UNO

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Cuando me miro en el espejo espero ver a otra persona y no a la que está reflejada en él. Tardo en reconocerme porque quien me devuelve la mirada no soy yo. Para darme valor he decidido ponerme la camiseta negra que tiene estampado en dorado el logo que dice THE LORD OF THE RINGS. Así tal vez el poder de Gandalf me acompañe o pueda volverme invisible en caso de que las cosas salgan mal. La he comprado una talla más grande porque, aunque me vea ridículo, supongo que así se disimula mi figura.

Hoy es el día en el que se decide el resto de mi vida. Vale, puede parecer exagerado pero es que por fin le revelaré este secreto a la persona más importante para mí. Ni siquiera mi familia lo sabe aún. Solo la persona más-más-más importante en mi vida, pero ella es mi mejor amiga y siempre ha estado a mi lado sin importar qué. Cuando se lo confesé ni siquiera se inmutó, solo me dijo que tardé en darme cuenta de algo que se notaba a leguas. La cuestión es que si Danna tenía razón, en teoría él debe saberlo ya.

Antes de salir de mi habitación reparo nuevamente en el espejo y como un imán me atrae hacia sí. Examino mi rostro y lo odio, pero no más que el resto de mi cuerpo. Fijo mi atención especialmente en las caderas y me siento a punto de tener una crisis de ira. Me controlo, aún cuando no dejo de pensar que mi pecho no se ve lo suficientemente plano debajo del top deportivo y la camiseta ancha. Para ocultar la vergüenza que siento tomo una gorra del perchero de pared, me la coloco con la visera hacia el frente e involuntariamente doy un portazo. Es involuntario, en serio, siempre termino azotando las puertas aún cuando no estoy molesto. En mi defensa, la mayoría de las veces el viento tiene parte de la culpa.

—¡Eh! —me intercepta la mujer que me llevó en su vientre— ¿Por qué estás tan molesta?

Sé que no debo contestar, porque las cosas se pondrán peor si lo hago, pero esa última palabra me ha llegado profundo, como un espino que se ha clavado en mi corazón. Ella no sabe, pero si supiera ¿habría diferencia?

—No fue a propósito —murmuro o esperaba hacerlo, porque en realidad mi voz ha salido más fuerte de lo que planeaba.

Si no salgo ahora de casa llegaré tarde a la estación, debo huir antes de que el incendio se propague.

Mi madre me sigue por el pasillo, el comedor y la sala hasta que llego junto a la puerta principal. No sé si está buscando pelea o solo quiere despedirse de mí.

Sergio está sentado en el sofá más largo y se mantiene inmerso en su tablet nueva jugando algún juego de rol. Tiene los pies sobre la mesa de centro y sus tenis están tan mugrientos que casi me provoca arcadas ver cómo la tierra de sus suelas se espolvorea sobre el cristal. Mamá no le dice nada porque es su machito perfecto y sé que, a no ser que lo haga yo, nadie limpiará eso después. Me obligo a tragarme el disgusto.

—Nos vemos —digo para los dos pero solo mi madre me presta atención y antes de que pueda huir me atrapa para persignarme. No hay nada más incómodo que esto.

—Dios te bendiga —me dice.

Azoto la puerta detrás de mí antes de que saque el tema de mi novio y me diga que le manda saludos y vuelva todo mucho más difícil de lo que ya es.

TRANSPARENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora