TRECE

204 28 2
                                    


La espera me tiene con el corazón en la boca ¿qué es eso tan importante que quiere decirme? Lo he citado en una cafetería frente al parque de La Mejorada. Zulema siempre dice que la comida aquí es muy buena, así que pensé que sería un lugar adecuado para esta doble cita. ¡Doble cita! Esta vez me he superado a mí mismo. Le dije a Izan que llevara a un amigo, porque yo llevaría a mi mejor amiga. Él entendió de inmediato a lo que me refería y le pareció una idea fantástica. Envió muchos emojis de caritas guiñando el ojo. Danna se negó un par de veces pero aceptó cuando le dije que el amigo de El Italiano es mitad canadiense. Tiene una obsesión con los extranjeros.

Un coche se estaciona en el aparcamiento del parque y siento un nudo en el estómago cuando veo a los dos chicos apearse del vehículo. Uno, un pelirrojo pecoso que sonríe como el mismo Apolo; el otro, un chico moreno de piel colorada, cabello negro, ligeramente más alto que su amigo. Ambos vestidos de forma casual, acorde a la cita. Izan lleva una camiseta azul de mangas largas —siempre usa mangas largas para protegerse del sol— y pantalones holgados. El otro lleva una camisa polo y unos jeans ajustados. Los dos tienen converse blancos, un poco desgastados.

—Parecen modelos de revista —me susurra mi amiga y su cara enrojece cuando ellos cruzan la calle y nos saludan. Yo, me alegro de no ser el único que tiene esta reacción.

—Buenas tardes, señorita y señorito —dice Izan, pero entonces se ruboriza y ríe nervioso— ay, eso fue terrible.

—No, está bien —digo— creo que se te pegó el estilo barroco.

—Tienes que conocer la hacienda Hortus Auream. Ah, lo olvidaba, él es Cameron. Ya sé lo que están pensando, ¿qué clase de canadiense es este? Bueno, su mamá es tabasqueña y él heredó todo de ella.

—Eres un tonto —dice Cameron y me parece que se contuvo para no usar un insulto peor. Nos sonríe.

Intercambiamos nombres y chocamos los puños para terminar la presentación.

Entramos en la cafetería. Le he rogado al cielo que los precios sean accesibles. Tengo miedo de que se agote pronto el dinero de la liquidación. A este paso tendré que empezar a vender mis cosas y no es que tenga mucho.

Tardan una hora en entregarnos el pedido, evito comentar que me ha parecido un tiempo excesivo de espera. He pedido un bagel de queso y champiñones, Izan una ensalada de hojas verdes, Danna un par de molletes de frijol con queso gratinado y Cameron una baguette de pollo a la plancha con lechuga y pimientos. Todos escogimos malteadas de fresa, por sugerencia de la casa.

Al parecer, Izan y Cameron son mejores amigos desde siempre. Literalmente, están juntos desde bebés.

—El mayor tiempo que hemos estado separados fue cuando él se fue a estudiar a Estados Unidos —dice Izan.

—¿En dónde estudiaste? —le pregunta Danna directamente a Cameron.

Él se humedece los labios y se encoge de hombros antes de responder.

—Estudié ingeniería química en la Universidad de California —lo dice con modestia, como si no fuera nada.

—Se graduó a los doce años —agrega Izan. Él parece más entusiasmado por ello que su amigo.

Danna y yo intercambiamos miradas anonadados.

—Increíble —dice por fin ella—. Nunca antes conocí a un genio.

—Por favor, no soy un genio —vuelve a encogerse de hombros, parece ser del tipo tímido, más serio que quien le acompaña.

—Cris es un cerebrito, aunque no lo admita —dice Danna divertida.

—Eso es mentira —digo apenado— yo jamás entraría a la Universidad de California. Más bien soy el tipo de persona a la que le gusta coleccionar datos que son innecesarios para la vida real. De pronto encuentro un tema de mi interés y lo investigo hasta que se termina el entusiasmo, entonces busco algo nuevo con qué entretenerme. Lo único que no pasa de moda son los libros y la magia.

—¿Te gusta la magia? —pregunta Cameron, me sorprende que Izan permanezca callado ¿está nervioso por algo?— Yo soy algo así como un alquimista moderno. Bueno, me gusta pensarlo de ese modo.

Esto me hace sonreír.

—Siempre me ha fascinado la química. Creo que me gustaría unirme al clan de los alquimistas —digo.

—¿Ah, sí? —se interesa Cameron.

—Desde la prepa aprendí los elementos de la tabla periódica en orden y no los he olvidado —no sé por qué lo he dicho, me siento estúpido, después de todo este chico es un genio.

—Hidrógeno —lo miro contrariado pero al analizar su expresión entiendo lo que quiere decir.

—Helio —respondo.

—Litio.

—Berilio.

—Boro.

—Carbono.

—Nitrógeno.

—Oxígeno.

—Flúor —se detiene— ¿Y los gases nobles?

—Helio, neón, argón, kriptón, xenón, radón.

—Estudia química —concluye.

—Es verdad que últimamente he pensado que tal vez sería mejor estudiar otra cosa. Me he desanimado lo suficiente del diseño como para considerarlo en serio.

Esto finalmente llama la atención de Izan, quien, en efecto, parece estar más nervioso de lo normal.

—¿De veras quieres dejar el diseño? —pregunta Izan.

—Ni siquiera estoy muy seguro de por qué estudié eso. Y ahora que renuncié al trabajo me parece una buena oportunidad para darle un cambio a mi vida —me arrepiento de decir esto, no tenía la mínima intención de sacar el tema.

—¿Renunciaste? —exclama sorprendido— ¿qué planeas hacer ahora?

—Estoy buscando trabajo, pero no encuentro nada aún —admito y me reclamo por demostrar más frustración de lo que me habría gustado.

—Ven a Inventiva Lyra —dice él, esbozando una gran sonrisa.

—¿Crees que es buena idea? —pregunta Cameron, parece modular su voz para no sonar irrespetuoso.

—Hay una vacante en Fábrica de Ideas. La mía.

—No hablas en serio —digo contrariado.

—No me mal entiendas —se apura a corregir—, yo estoy trabajando ahora con un equipo de desarrolladores en Delta, así que me es difícil cumplir con las funciones de diseñador en Fábrica de Ideas.

—¿Me estás proponiendo que te robe el empleo?

Izan ríe divertido.

—No exactamente. Pero si les gusta tu trabajo podrías quedarte.

—¿Por qué no mejor le muestro el área de investigación farmacológica? —propone Cameron—. Tal vez eso le motive a estudiar química.

TRANSPARENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora