11. ¿Y como es él? | Chestappen

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¿Y como es él? | Chestappen

Las agujas del reloj, en un lento y constante tic-tac, marcaban las doce del mediodía, envolviendo la habitación en un silencio que solo se veía interrumpido por el persistente sonido del segundero. Rayos de sol, desafiantes y rebeldes, se filtraban por pequeños espacios entre las rendijas de la cortina, iluminando parcialmente el amplio ventanal que dominaba la estancia.

Max se encontraba inmóvil en un elegante sillón individual, observando en silencio a Sergio, su pareja, quien mostraba evidentes signos de nerviosismo. Sus manos se frotaban con inquietud, y su figura se movía de un lado a otro con impaciencia. En los ojos del mayor, Max podía percibir una mezcla de emociones difíciles de descifrar: ¿dolor, tal vez? ¿Tristeza? ¿O acaso era el pánico lo que lo invadía?

Sergio había insistido en que Max se sentara allí, en ese lugar, porque necesitaban hablar de algo sumamente importante. El tono serio que había empleado no era común en el mexicano, y eso despertó una alerta en Max. Aunque se resistía a admitirlo, en lo más profundo de su ser, sabía que algo estaba mal. Deseaba fervientemente que su intuición estuviera equivocada, aferrándose a la esperanza de que solo fuera su mente sobrepensando la situación. Sin embargo, en lo más recóndito de su corazón, sabía que esa conversación no auguraba un desenlace feliz.

—Sergio, hay algo que necesitas contarme, ¿no es cierto? —susurró Max, su voz temblorosa y frágil. El andar de Sergio se detuvo de repente, y por primera vez, sus miradas se encontraron. Max pudo discernir, por fin, el sentimiento oculto en los ojos oscuros de su amado: era miedo. Sergio asintió apenas, mientras sus dedos comenzaban a juguetear con una uña. —Entonces, adelante.

—No sé por dónde empezar, Max... es solo que... es complicado —titubeó, apartando su mirada del intenso azul de los ojos de su amante.

—¿No hemos acordado que la confianza es lo más sagrado entre nosotros? ¿No confías en mí? —Max buscó seguridad en sus palabras.

—Claro que confío en ti, pero... —se interrumpió a sí mismo, aún sin encontrar las palabras precisas para expresar su agitación interna. Era un desafío arduo, maldita sea. Estaba a punto de herir al ser con el que había compartido su vida durante los últimos cuatro años. Se sentía como el más vil de los seres humanos.

—No tengas miedo. Quién sabe si mañana será demasiado tarde. Si esto nos causará dolor... —Max se interrumpió, sus ojos se apretaron con fuerza al imaginar las posibilidades que se abrían ante ellos, y luego corrigió la frase que estaba a punto de pronunciar—, si me causará dolor, entonces es mejor conocer la verdad en este mismo instante.

—Max, yo... —tartamudeó Sergio, sintiendo cómo su corazón se retorcía de dolor al enfrentar la idea de causarle daño a la persona que, en un tiempo pasado, había amado con intensidad inigualable. Finalmente, reunió el valor necesario para confesar su secreto—. He conocido a alguien más.

Ante la revelación de su pareja, Max apretó los ojos con fuerza, luchando por contener las lágrimas que amenazaban con brotar. Un nudo se formó en su estómago y su garganta, mientras una oleada de náuseas lo invadía. Aquellas cinco palabras resonaron en su interior como un proyectil fríamente calculado para destrozar su ingenuo y absurdo corazón. Sintió cómo el suelo se desmoronaba bajo sus pies, sumergiéndolo en una vorágine emocional. Sin embargo, se esforzó por mantener la compostura, resistiendo al dolor que lo embargaba, dispuesto a afrontar la situación con entereza.

—¿Desde cuándo están juntos? ¿Ya se han besado? ¿Ya...? —Max dejó la frase en el aire, consciente de que pronunciar esas palabras solo le causaría un dolor indescriptible.

—No, Max, no —Sergio negó con la cabeza de manera vehemente—. Jamás te he sido infiel. Siempre te he respetado como mi pareja. A pesar de los sentimientos que tengo por él, nunca hemos cruzado esa línea.

One Shots | Pilotos de la fórmula 1 [gay version]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora