Capitulo 18.

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Al ingresar a la mansión, noté de inmediato la ausencia de las Miller. Sin pensarlo, me dirigí hacia la escalera, subiendo con dificultad. A medida que avanzaba hacia la habitación, la oscuridad me envolvía, y me abracé a mí misma en un intento de encontrar consuelo hasta que finalmente llegué a la puerta. Al abrirla, un aire helado me recibió; estaba a punto de acercarme a la ventana, pero algo me detuvo en seco. Me arrodillé frente a la cama y, al mirar hacia abajo, vi algo que me resultaba familiar: mis pantuflas azules, iluminadas tenuemente por la linterna.

Me levanté de un salto, escaneando lentamente el entorno, preguntándome por qué me invadía un terror tan profundo. La inquietante sensación de que alguien había estado en mi habitación me llevó a acercarme al armario, donde revisé mi ropa una vez más. Mis sollozos resonaban en la penumbra, un eco monótono que reflejaba mi desesperación y miedo.

La medianoche se acercaba y la soledad me envolvía, dejándome vulnerable y desprotegida. ¿Realmente estaba sola? Una oleada de incertidumbre y temor me atravesó, llevándome a tomar una decisión rápida. En menos de tres segundos, sentí la vibración de mi teléfono, lo que me hizo congelarme en el lugar, el miedo apoderándose de mí.

Desconocido: ¿Cerraste esta puerta?"

Grité en mi interior, mordiendo mi labio con frustración. Me encontraba paralizada, incapaz de recordar cómo dar un simple paso hacia adelante. Respiré hondo, tratando de calmarme mientras reflexionaba si, por descuido, había dejado la puerta abierta.

Desconocido: ¿Por qué entraste a la cabaña?

Yo: Eres Hanna, solo ella sabía que estuve allí.

Desconocido: ¿Hanna sigue frecuentando ese lugar? Agradezco la información, Delaney.

Yo: ¿Qué? Por favor, espera un momento.

Desconocido: Sal de la habitación y dirígete al sótano.

Yo: No, por favor, no lo hagas.

Desconocido: ¡AHORA!

Un escalofrío helado recorrió mi cuerpo, y mis emociones se entrelazaron con un torrente de lágrimas, pero a pesar de todo, decidí avanzar. El miedo me invadía, y no me faltaban motivos para sentirlo. En el interior de aquella cabaña, había una presencia que parecía captar el peligro inminente. Salí de la habitación y mi mirada se fijó en el camino que conducía al sótano.

A medida que me acercaba al sótano, una densa atmósfera de terror se hacía casi tangible a mi alrededor. Justo cuando estaba a punto de agarrar el pomo de la puerta, dirigí mi mirada hacia las escaleras y vi a Hellen corriendo hacia mí.

—Delaney.

Corrí hacia ella y la abracé, sintiendo el miedo y el temblor recorrer mi cuerpo. —Hay alguien allí.

—¿Qué estás diciendo?—me preguntó, confundida.

—Estoy segura de que hay alguien allí.

—Iré por mi arma, espérame aquí—me respondió con determinación.

¡Arma, Dios mío!

—No —balbuceo—, deseo acompañarte.

—Está bien, Delaney.

Nos dirigimos juntas hacia su habitación y, al entrar, se aproxima a un cuadro que está colgado en la pared, donde aparecen ella, Brais y su hija. Al retirar el cuadro de su lugar, una sensación de déjà vu me invade. También hay una caja fuerte en la habitación; me doy la vuelta y ella introduce la combinación. Pocos segundos después, me giro para observar el contenido: una gran cantidad de dinero y un arma. Ella toma el arma y restablece todo en su lugar, mientras la incertidumbre me consume y la miró fijamente.

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