Capítulo XVII Equivocándome con Alevosía Parte III

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En el corredor me di cuenta de que no sabía qué hacer. Estuve estancado por un momento, sin ser capaz de decidir hacia dónde ir. Y, como si las cosas no estuvieran ya bastante difíciles, Raffaele apareció de repente por las escaleras.

 —¿Qué ha pasado? —me preguntó angustiado— ¿Le ha ocurrido algo a Maurice?

—Pregúntaselo a él mismo... —respondí con mi voz cargada de toda la oscuridad que llevaba dentro, y una tormenta de preguntas levantándose en mi cabeza.

Él entró corriendo a la habitación. Enseguida vi aparecer a Miguel, quien se había quedado rezagado.  Estaba tan preocupado como Raffaele.

—¿Por qué han vuelto? —lo interrogué—. ¿Acaso han escuchado a Maurice...?

—Yo no escuché nada. Nos encontrábamos en las caballerizas dispuestos a salir, de repente Raffaele echó a correr diciendo que algo malo le ocurría a Maurice.

—¿Hablas en serio...?

—No es la primera vez que tiene ese tipo de presentimientos, y siempre acierta. Dime, ¿qué ha pasado? ¿Es grave? ¡Vassili, responde...!

—Ve a verlo tú mismo.

Miguel no esperó un segundo más para ir en busca de sus primos. Yo me marché a mi habitación. Me tendí en la cama con la certeza de que Raffaele se presentaría en cualquier momento para romperme la cara. 

Mis predicciones fueron confirmadas. Poco después le tenía frente a mí, pero no estaba furioso, sino preocupado.

—¿Qué has hecho?

—No iba a forzarlo —respondí desafiante—. No soy como tú.

En lugar de golpearme, como yo esperaba, dio un paso atrás sorprendido. Luego su expresión se tornó muy triste y se acercó a mí.

—Maurice sólo ha dicho que estuvo a punto de faltar a sus votos. Se echó la culpa de todo. Pero has sido tú, ¿verdad? ¿Perdiste el control?

Me senté y me quedé mirándolo perplejo. ¿Maurice no me había acusado? ¿Se hacía responsable de todo? ¡No! Aquello me hizo sentir aún más miserable porque vi que en el fondo me alegraba y que en mi mente ya empezaba a cavilar el siguiente paso para conquistarlo. Mi propia mezquindad me espantó.

Miguel entró antes de que yo lograra aclarar mis pensamientos. Lucía furioso y no se midió en el tono con que me increpó.

—Vassili, ¿tienes idea de lo que estás haciendo? Maurice hizo votos y no quiere romperlos. Si sigues insistiendo, un día cederá y entonces no va a poder con la culpa. Ahora mismo está desesperado.

—Miguel, déjalo —intervino Raffaele tratando de calmarlo—. Ahora mismo no te va a escuchar. ¿No ves cómo está?

—Pero es que tiene que entender. Vassili, tú no conoces a Maurice tanto como nosotros. Él es diferente a todo el mundo. No puede ser desleal, nunca lo ha sido. No quiere faltar a sus votos y lo que siente por ti lo atormenta.

—¿Lo que siente por mí lo atormenta? ¡Ya lo sé! ¡Yo le repugno! ¡Y ahora mismo debe odiarme!

—¿De dónde has sacado eso? —Miguel lucía legítimamente consternado—. Él no pudo decirte algo así. De hecho, es todo lo contrario. Por eso tiene miedo a faltar a sus votos, debes que dejar de provocarlo.

En ese momento no entendí nada. Yo sabía lo que había hecho, pero Raffaele y Miguel al parecer no tenían idea. Su actitud iba a cambiar en el momento que descubrieran que había estado a punto de forzar a su primo, eso lo sabía bien. Todo se iba a caer a pedazos.

Engendrando el Amanecer IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora