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Dominico

En el pasado...

La primera vez que la vi era apenas un crio, estaba por cumplir once años y como todo niño a esa edad era muy curioso.

Caminaba sigiloso por el largo pasillo, mirando de vez en cuando hacia atrás asegurándome de que mi padre no se percatara de mi ausencia y sobre todo no supiera que mi destino era llegar a las habitaciones de la servidumbre donde se alojaba nuestra nueva inquilina.

Un llanto agudo capto mi atención provocando que acelerará el paso, hasta que mis pies se detuvieron frente a la puerta que pertenecía a Arieta Fioni, nuestra cocinera, quien había dado a luz hace poco más de seis meses.

Suceso que había pasado mientras me encontraba en el internado, pero del que me había enterado en la última llamada que sostuve con mi madre hace una semana antes de que las vacaciones iniciaran y pudiera regresar a casa.

Di dos toques a la madera oscura y esperé por unos segundos, escuchando un poco de movimiento del otro lado de la puerta antes de que esta se abriera.

—Dominico—el rostro amable de Arieta me recibió—¿Qué haces aquí pequeño?

—Vine a conocer a la bebé—solté emocionado—ocultando el pequeño sonajero que sostenía a mis espaldas.

Para nadie era un secreto el cariño que sentía por la cocinera de la casa, era como una segunda madre, después de todo era ella quien pasaba más tiempo con nosotros, durante las vacaciones del colegio.

Y aunque mi padre estaba en contra de que sus hijos se mezclaran o desarrollaran afecto por la servidumbre, era una ofensa que varias veces me había costado una golpiza, mamá consentía mis caprichos y me permitía pasar tiempo con Arieta, de hecho, fue ella quien consiguió el obsequio para su hija.

—Pasa, pasa—me animo la cociera, dando un vistazo de un lado al otro asegurándose de que nadie me había visto antes de cerrar la puerta.

Me quede muy quiero viendo con atención al diminuto ser que movía sus pequeños brazos y pies en medio de la pequeña cama.

—Acércate—me pidió su madre sentándose muy cerca de la bebé.

Asentí con la cabeza y acorté la distancia que nos separaba.

—Traje esto para ella—solté mostrando al fin lo que escondía a mis espaldas—lo agité un poco llamando la atención de la bebé que abrió sus pequeños ojos, mientras se comía uno de sus puños.

—Parece que le gusta—dijo su madre sonriente—puedes dárselo tú mismo.

Sin dudarlo dos veces me acerque a la cama y me arrodille en la orilla de la misma observando con fascinación a la bebé más bonita que hubiera visto nunca, a pesar de no tener un solo mechón de cabello, su piel es de un tono acaramelado, su nariz un pequeño botón al igual que sus labios.

Lo que me hizo preguntarme ¿Cómo de una boca tan diminuta salían aquellos gritos que tanto irritaban a mi padre?

—Es hermosa—dije sin apartar mis ojos de la pequeña bola de babas.

—Se parece a su padre—soltó Arieta con tristeza en su voz.

Fabricio Goti había muerto en un tiroteo entre familias un mes antes de que su pequeña naciera, lo que había provocado que mi padre permitiera que Arieta y su hija vivieran bajo nuestro techo, como un acto de agradecimiento al que una vez fue su mano derecha y al que debía eterno agradecimiento por haber salvado su vida a costilla de la suya.

—También tiene de ti—dije observando a Arieta—¿Cómo se llama? —pregunté mientras le ofrecía mi mano a la pequeña que de inmediato se aferró a uno de mis dedos.

—Sabina—soltó llena de orgullo—Sabina Goti.

—Hola Sabina, yo soy Dominico—me presente aun a sabiendas de que la regordeta bebé no entendería nada de lo que decía—prometo que te protegeré como lo hubiera hecho tu padre.

—Eres un niño muy tierno y valiente Dominico.

—Soy el futuro capo de Italia Arieta y mientras yo tenga vida nadie las lastimará.

Unos golpes fuertes en la puerta provocaron que todos nos exaltáramos y que Sabina comenzara a llorar.

—¡Dominico!

Cerré los ojos con fuerza al escuchar el tono gélido de mi padre.

—Arieta abre la maldita puerta, sé que mi hijo está allí—volvió a gritar papá.

—Tranquilo pequeño deja que hable con él.

Arieta tomo a su hija entre sus brazos tratando de calmar su llanto mientras se acercaba a la puerta conmigo pisándole los talones.

Una vez que abrió lo primero con lo que me encontré fue con la sonrisa burlona de Dante, que de seguro me había pillado y tirado al agua con nuestro padre.

—¿Qué mierda haces aquí? —cuestionó iracundo papá.

Levante la vista encontrándome con aquellos ojos gris oscuros que en estos momentos parecían negros y que me veían con desaprobación.

—Solo vine a conocer a la bebé—contesté sabiendo muy bien que si el capo preguntaba había que responderle de inmediato.

—¿Cuántas veces te debo repetir que la servidumbre y tú no son iguales?

—Papá...

No pude terminar de explicarme cuando un fuerte dolor se apodero de mi mejilla derecha gracias al bofetón que me dio padre girando mi rostro por completo.

—Señor—trato de mediar Arieta.

—¡Cállate! —la silenció mi padre—te quiero a ti y a tu bastarda lejos de mi hijo—la empujó con tanta fuerza que pensé que la pequeña Sabina saldría volando de sus brazos.

—Déjalas—gruñí colocándome delante de ellas—no las toques—solté sintiéndome valiente y protector.

—¿Te atreves a retarme por estas putas? —soltó molesto el capo—Ahora mismo sabrás lo que les pasa a aquellos que se atreven a faltarme el respeto.

Padre tiro de mi brazo con fuerza arrastrándome por el pasillo, seguidos por un Dante orgulloso por lo que había conseguido, mientras yo solo podía mirar en dirección en donde Arieta y Sabina se encontraban.

Esa fue la primera vez que recibí una golpiza por defender a Sabina y su madre, de hecho, no fue la última, porque desde aquella vez me proclamé como su protector.

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Buenas noches pecadores

Ternurita mi Dominico, es que me lo como a besos.

Arggg como odio a Dante y ni hablar del viejo maldito ese.

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Abracitos, Rose 🌹

Abracitos, Rose 🌹

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