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Unos minutos después me encuentro sentado en mi escritorio tomando la segunda parte de mi desayuno mientras reviso unos archivos en el ordenador.


-Si tan solo mi vida fuera un poco más sencilla -me lamento al sentir como se hace más apretado el pantalón alrededor de la cintura al terminar de comer el primer muffin.


Hace un mes, mi hermano menor al cual no había visto en un tiempo decidió visitarme junto con su esposa e hijos. La situación fue extraña desde un comienzo, puesto que le notaba nervioso todo el tiempo. Decidí pedirle que me acompañara al sótano por unos cuantos víveres y así aprovechar para hablar en privado sobre lo que le sucedía.

Él había sido despedido de su trabajo repentinamente y terminó solicitando un préstamo a unos sujetos de no muy buena reputación. Por casualidad su esposa encontró el dinero y sin saber de donde provenía lo gastó o las circunstancias de su marido, gastó el dinero en un costoso regalo para su jefa. Cuando mi hermano se percató de la situación, discutió con su esposa hasta concluir que por el bien de los niños evitarían una pelea y recurrirían a mi ayuda.

Sentí una terrible jaqueca mientras me contaba los hechos. Le di cuanto dinero me fue posible en ese momento y le aseguré ayudarle a conseguir empleo. Sin embargo, en una semana estuvo de vuelta en mi casa porque su esposa se había marchado, ya que no quería tener que soportar una vida de pobres. Ahora era un desesperado hombre desempleado a cargo de dos hijos, que no tenía ni un solo centavo.

Como su hermano mayor era imposible no compadecerme de él. Le he estado dando la mitad de mi sueldo y le ayudé a conseguir un empleo momentáneo en una tienda de conveniencia cerca de su hogar y de la escuela de sus hijos. Sin embargo aún no ha completado de pagar su deuda con aquellos sujetos, quienes ocasionalmente le buscan para darle una paliza y recordarle quiénes son.

Por si no fueran pocas las exigencias de mi propio trabajo. Ahora tengo que encargarme económicamente de mi hermano y mis sobrinos. Además, también debo lidiar con él.

Mi jefe.

Nos conocimos en la universidad y fuimos compañeros de cuarto.

Él siempre sobresalió entre los demás por su carisma y buen rostro. Es alto, bien proporcionado, ex jugador de rugby, "simpático y encantador" (eso dicen todas las chicas que lo conocen"). Mientras tanto, yo en ese entonces era un nerd que solo se enfocaba en los estudios y solo era conocido por mi aburrido rostro inexpresivo y mis buenas notas.

A pesar de ser tan diferentes, terminamos desarrollando una buena amistad. Al vivir juntos veíamos el lado que el mundo desconocía de nosotros.

Él es el tipo de persona que acepta a todos sin importar como sean y yo soy el tipo de personas que no demuestra interés en nadie sin importar como sean. Ambos conocimos las facetas "extrañas" que ocultamos a otros, pero ninguno mostró algún tipo de aversión a ellas.

Fuimos buenos amigos durante la universidad, salíamos a beber juntos y pasábamos los días disfrutando de la compañía del otro.

Entonces llegó la graduación y con ella creí que tomaríamos caminos diferentes, pero cuando le pregunte a donde iría a trabajar, me alegró escuchar el nombre de la misma empresa que me había contratado.

Para mi sorpresa una vez que mi primer día de trabajo llegó, descubrí que estábamos en puestos totalmente opuestos.

Él, siendo hijo del dueño, ocuparía el puesto del jefe mientras que su padre se haría cargo únicamente de sus negocios en el extranjero.

Por mi parte, yo comencé como un oficinista más, pero al poco tiempo me ascendieron y me solicitaron para ser el secretario personal del jefe.

Desde aquel entonces se ha esforzado por hacer volver la cercanía que teníamos en el pasado y yo he hecho lo posible para mantener la correcta distancia entre empleado y empleador.

Aunque a veces (como hoy con el panqué) bajo mi guardia inconscientemente. Es aquella parte de mí que quiere ignorar a mi parte lógica y regresar un poco en el tiempo.


-Ren


Una grave voz extremadamente familiar me hace despertar de mis pensamientos.

Él está en cuclillas con su cabeza recostada en sus brazos sobre el otro lado de mi escritorio, mirándome fijamente son profundos ojos marrones.


-¿En qué puedo ayudarle, señor?


El no responde y no aparta la vista. Puedo tener un rostro inexpresivo, pero no significa que no tenga sentimientos y esto me resulta bastante incómodo.


-Señor...

-Acompáñame a cenar esta noche -dice poniéndose de pie- Quiero discutir contigo unos asuntos sobre el nuevo proyecto.

-Si es por trabajo no veo por qué negarme, pero señor, ¿no cree qué debería discutir sobre ello con alguien más involucrado en el proyecto?

-Eres mi secretario, estás involucrado en lo que sea que yo esté involucrado. Además conozco tu capacidad y valoro tu opinión. Si eso no te convence entonces manejemos esto como un negocio, si me gusta lo que obtengo de ti te daré un pago extra.

-De acuerdo


No pude negarme al escuchar la posibilidad de un ingreso extra, por más mínimo que sea puede ayudar a reducir la deuda de mi hermano. Mientras más pronto lo ayude a librarse de aquellos sujetos, mejor será para todos (incluyéndome por supuesto).

Como desee, JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora