Segunda función - Maestro de Ceremonias

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Durante los próximos tres días, Gon y Killua se entretenían en el bosque prohibido. En poco tiempo, se hicieron amigos íntimos y compartieron uno que otro detalle de su vida.

Killua le confeso a Gon que se fugó de su casa hace un año y que buscaba independencia, pero la libertad costaba y se unió a la Brigada Fantasma gracias a su habilidad de deformar sus manos a voluntad. Por no decir que un auténtico albino era objeto de miradas curiosas. Sin perder el tiempo, Gon le conto sobre sus hobbits e intereses. Que su padre era un cazador que lo abandono a poco de nacer, que su tía Mito se había hecho cargo de el con esfuerzo, que cuidar de sus amigos del bosque era su trabajo más demandante y que la caña de pescar fue un regalo que su padre le dejo antes de irse.

— Sabes usar la caña— observo Killua, teniéndola en manos luego que establecieran suficiente confianza para compartir cosas valiosas.

— En esta isla es una obligación saber pescar.

— Me imagino.

— ¿Cómo es la vida en el circo?

— Pasable.

— ¿Cómo llegaste allí?

— Me descubrieron mostrando las garras.

— ¿Qué otras cosas sabes hacer?

— Sé matar gente.

— Asombroso.

A Killua le broto un estallido de risa. ¿Esa era su reacción? ¿Un grito emocionado, ojos soñadores? Definitivamente, se hizo amigo del niño más raro del mundo.

— Eres peculiar— Acabo por decir, negándose a decirle a Gon por qué se había reído.

Era de noche y Gon traía su canasta para hacer un picnic en medio del bosque. Mientras él comía lo que su tía le preparo con esmero, veía como Killua se devoraba una barra de chocolate tras otro. Era un niño goloso, que siempre traía en los bolsillos alguna paleta acaramelada o bombones y cuidado con quien se metiera con su tesoro, porque apenas Gon le pidió uno, Killua lo fulmino.

Fuera de estos pequeños desacuerdos, ambos sabían que llevaban una mejor relación con el paso de los días.

— ¿Qué te dicen cuando no estas por allá? — Se refería a la banda cirquera.

— Piensan que estoy afuera, claro. No se preocupan mucho— respondió Killua, cansino. Un fugaz recuerdo apareció en sus ojos y se levantó apresuradamente. A Gon no le extraño, solía hacer eso cuando anochecía, como si tuviera otro asunto que tratar lejos de él— Me debo ir, es tarde.

— Nos vemos luego, saludos a la compañía.

— Ellos ni te conocen, tarado.

— Me has hablado de ellos tanto que siento que los conozco. Quiero conocer a la chica de los pulsos y al espadachín. También quisiera ver al representante, que debe ser una persona importante, porque te dio el trabajo.

Que Killua supiera, solo había comentado nimiedades sobre la compañía para que Gon estuviera así de curioso y animado. No debe tener mucha experiencia del mundo, el pobre.

— Oye... ¿Quieres verlos? Mañana haremos una función menor, por ser fin de semana.

— Me encantaría, pero no tengo dinero para ir. Mito-san dice que debo ahorrar para el futuro.

Killua sonrió con ternura. Que le hablaran de una mujer que se comportaba como una verdadera madre era nuevo para él. Gon lo decía tan espontaneo que no sabía lo importante que era eso en el mundo real.

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