Sexta Función - El Forzudo

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En media hora, estuvieron listos para partir al bosque. Como era la primera vez de la chica, Gon los guio por una ruta donde no aparecieran bestias mágicas para asustarla. En el transcurso de la caminata encontraron un buen lugar para realizar un picnic. Al poco rato, llegaron los animales del bosque, buscando alimento. Gon logro que la hermana de Killua entrara en confianza con ellos, dándoles de comer.

Pero algo no andaba bien.

Los animales se acercaron sigilosamente a Gon. Con empujones de cabeza y miradas significativas, le hicieron saber que algo estaba fallando. El pelinegro se imaginó que se trataba de nuevos cazadores furtivos cuando Killua, de un salto, declaro:

— Huelo sangre.

Alluka se asustó, abrazándose a sí misma.

— Alluka, quédate aquí. Gon, sígueme.

— Sí, vamos.

Gon también podía olerlo, no por nada tenía un olfato sobrehumano, y corrieron en dirección al origen del aroma. A medida que se acercaban, pruebas de pisadas humanas y arbustos cortados se presentaban a medida que la sangre intensificaba su olor metálico.

— ¿Alguien entro aquí? Pero la Brigada Fantasma me dijo...

— ¡No confíes en ellos! Diablos, habrán hecho algo aquí. Sabía que no debía fiarme de ellos.

Nada los preparo para lo que encontraron al final de su camino.

En el suelo yacía un joven aparentemente inconsciente, su brazo se extendía hacia una pala dejada de lado y más adelante había un bulto de barro, junto a un pozo gigante lleno de tierra.

Killua corrió hacia la persona desmayada. Era Kurapika.

Gon se asomó, abriendo los ojos de par en par.

— Es el mismo de la otra vez. ¿Qué hace aquí?

Killua analizo la cantidad amontonada de tierra en un sector, el hedor a sangre camuflado por la tierra y el estado de las manos de Kurapika, hasta debajo de las uñas traía suciedad. Su mente se hizo una idea de lo que había ocurrido allí.

"Idiota, ¿Qué has hecho?", recrimino a Kurapika en sus brazos.

— Llevémoslo a mi casa.

— La mía está más cerca, Killua.

— ¡Que vamos a mi casa! — Tomo a Kurapika y se lo llevo en la espalda, sin molestarle que fuera más alto y pesado que el— No digas una palabra de esto, Gon.

— Sí, sí...— Gon se sorprendió de su actitud, pero no agrego nada más.

Ya en la casa del albino, Killua recostó a Kurapika en su cama y lo examino con ojo crítico. No parecía estar en peligro de gravedad. Simplemente estaba dormido. Imaginándose lo que habría pasado la noche que espero a Kurapika en su casa y este no apareció, fue al baño en busca del botiquín de primeros auxilios. Gon también ayudo, recogiendo algunas hierbas medicinales y disponiendo de agua limpia para lavar al rubio. Ante sus insistencias, Killua permitió que fuera al pueblo por un doctor, porque ninguno de ellos estaba totalmente seguro de nada.

Pasaron treinta minutos cuando el dichoso doctor, un atolondrado hombre llamado Leorio, apareció en el lugar, guiado por Gon. Luego de un examen al rubio, declaro que este es el resultado de ejercer mucha fuerza en un cuerpo que tenía límites, por lo que acabo exhausto. Si seguía sin despertar, era porque su cuerpo se apagó ante el estrés.

— ¿Se puede saber que ha estado haciendo? — pregunto Leorio, ajustándose los lentes.

— Es un periodista, especialista en investigación de bestias mágicas— contesto Killua, sin permitir que Gon interfiriera— Habrá entrado al bosque de curioso y las animales feroces le dieron una dura bienvenida.

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