Decima Función - Domador

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Killua lo miro con sus grandes y profundos ojos brillantes, imposibles de resistir. Hizo un esfuerzo por negarse de la manera más cordial posible, pero el albino aprovecho su aturdimiento para ponerse de cuclillas sobre él.

— Ven— Llevo ambas manos detrás su cuello y se sostuvo desde allí, obligando a Kurapika a inclinarse por sus labios y besarlo mansamente.

La temperatura en su cuerpo subió considerablemente y los besos de Killua cambiaban de objetivo entre su cara y otras zonas tiernas. La electricidad continuaba allí, chispeante y un poco molesta, más la habilidad de Killua para tocarlo reducía ese inconveniente. El menor movió sus caderas sobre los muslos ajenos, quitándole la respiración entre sus besos.

— No, no... No arruinemos el momento.

— ¿Pero quieres? — Killua entrecerró los ojos, abrazándolo por el cuello.

— Killua...

El Zoldyck sonrió cual gato.

— Vamos a divertimos.

Él lo beso de manera ardiente, dejándolo sin saber qué hacer con sus propias manos. Entre caricias insinuantes y besos de pasión, el tiempo transcurría lento y con intensidad. Ligeramente excitado, secretamente avergonzado por desear tanto al niño, Kurapika coló sus manos por debajo de la camiseta del susodicho. La electricidad persistía en cada toque.

Abrumado por el calor de la sala, Killua se quitó la prenda en un santiamén. El torso de Killua era un lienzo esbelto y vistoso, tentador para besar y admirar, por lo que naturalmente le dio sus debidas atenciones.

El joven tomo la muñeca del rubio y se metió dos dedos en la boca, relamiéndolos como a sus paletas. Con esta visión de libertinaje descarado, el Kuruta comenzó a perder el control de su respiración.

Con su mano libre, agarro la cabellera de Killua para besarlo con despertada decisión. Killua sonrió encantado. Casi al instante, sintió un bulto vivo debajo de él y estremeció de vibrante diversión. Había ganado.

Todavía en tierra, Kurapika recordó que debía dedicarle una adecuada preparación a Killua pero este, al notar su intención, no se lo permitió.

— No hace falta— El albino le lamio la mejilla, haciéndolo temblar— Yo lo hare.

Killua se desvistió por completo frente a él, sin alterar la posición, e introdujo dos de sus propios dedos en su cavidad expuesta. Este demonio de ojos azules sabía cómo enloquecer a los adultos. Kurapika busco su rostro y repartió mimos a todas partes; beso y toco cuanto podía, con anhelo impaciente y delicadeza apasionada. Adoro su cuello, acaricio su espalda, beso sus hombros y le revolvió la cabellera.

A la hora que intento bajarle los pantalones, Kurapika no lo dejo. Un niño no debería ser tan desvergonzadamente hábil en ese aspecto de la vida, por lo que el rubio quiso manejar el momento. Por su cuenta, se liberó de la prisión de la ropa y enseguida miro con una única pregunta a Killua. Ciertamente lo deseaba pero no quería imponerse y lastimarlo.

El Zoldyck noto su vacilación, lo tierno y gentil de su trato, y lo beso suave en los labios, un acto bastante descolocado en esas circunstancias. Se inclino al oído de Kurapika y susurro frases impronunciables, que fueron brasas incendiaras para el fuego cada vez más elevado y potente de su compañero, al punto que las palpitaciones sonaban en sus oídos como campanas al son.

Al rato, se sacó los dedos de sí mismo y soplo sobre el ojo ligeramente enrojecido del mayor, como burlándose de su recato. Al ver que su futuro amante dudaba, Killua se agacho para trazar la lengua por la punta del órgano viril y seguir a los laterales con ademan juguetón, viendo como reaccionaba positivamente. Al saber que la causa funcionaba, Killua lo agarro el miembro para ubicarlo en su entrada y se sentó.

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