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Las cosas más valiosas en la vida suelen ser las más indefensas.
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—Un poco más a la derecha, Dobby— el elfo obedecía las instrucciones de la pelirroja. Ambos se habían retirado bastante temprano de sus actividades regulares con el objetivo de decorar un poco la sala de Menesteres. Esta tarde sería el último entrenamiento del equipo, al menos el último antes de navidad y de las vacaciones, razón por la cual el elfo doméstico y la Hufflepuff decoraban las paredes con flores de grandes pétalos rojos y las ventanas con escarcha. Incluso habían colgado un muérdago blanco en una esquina de la habitación. El plan consistía en que, "casualmente", Neville y Hanna se pararan justo debajo de él y, por no querer romper la tradición, terminarían dándose un beso al estilo cuento navideño.
El elfo se bajó de una improvisada escalera que armaron con sillas, libros y demás cachivaches que encontraron en la sala. Con un chasquido los objetos volvieron a su lugar y ambos cómplices se tallaron las manos al ver su trabajo realizado. A pesar de que ninguno había usado sus manos para cumplir la labor. Mientras que Dobby iba de aquí para allá chasqueando los dedos, Amélie era más diestra en el uso de su varita para acomodar los últimos detalles; o para esconder los regalos que Dobby dejaba sobre las sillas. No es que fuera un mal gesto por parte del elfo, sino que se trataba de todos los gorros que Hermione había repartido por el castillo y que, según ella, los demás elfos ya los habían encontrado. No podía decirle que en realidad los elfos tomaban aquel regalo como una ofensa.
—¿Cree la señorita Bellum que al señor Potter le gustará la decoración? —lo cierto es que la sala se veía preciosa. En las paredes colgaban velas de colores con guirnaldas entrelazadas que daban la ilusión de estar dejando caer copos de nieve que desaparecían antes de tocar el piso; los vidrios de las ventanas e incluso la pared de espejo en el fondo se cubrían de escarcha que rápidamente se desvanecía y volvía a aparecer, si usaban un hechizo manipulador podrían ser capaces de dibujar con nieve cualquier cosa; del techo colgaban los ya habituales candelabros de cristal, a diferencia de que ahora tenían esferas doradas y plateadas con pequeños muñequitos que bailaban y jugaban en el centro de la esfera, y por supuesto; el muérdago que pretendía pasar inadvertido hasta que fuese necesario mencionar su presencia. Las decoraciones eran perfectas, eran elegantes pero divertidas, sólo había una pequeña cosa que contrastaba con el aura serena de la sala: un largo cartel que colgaba del techo y recibía a todos en la puerta principal con las palabras ¡Que tengan una muy Harry navidad! Petición de Dobby, claramente, pero a Amélie le había parecido un gesto tan tierno que no pudo negarse a colocarlo.
—No tengo ni la menor duda — dijo con seguridad poniendo las manos a los costados de su cintura. Unos cuantos mechones de su indomable cabello pelirrojo se estaban escapando a los extremos de su rostro, pero no se molestaba en quitarlos, simplemente soplaba con la boca y éstos se deslizaban detrás de su cabeza, al menos por un par de minutos.
Ambos escucharon cómo la gran puerta se materializaba detrás de ellos dejando ver al personaje principal de aquella decoración. Era imposible entrar a la sala sin notar el nombre del Gryffindor en letras grandes. A pesar de que no había sido idea suya, le entusiasmaba ver la reacción del azabache ante tal muestra de cariño. Tan sólo esperaba el chico entendiera que aquella lona había sido patrocinada exclusivamente por el elfo. Ya había tenido tantos momentos de humillación frente a Harry que no se podía dar el lujo de que creyera que, aparte de loca e impulsiva, era también una acosadora.
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Los hufflepuff no somos débiles ~Harry Potter~
Fanfic(Actualizaciones lentas) -Soy tan fuerte como ustedes, ¿Por qué no he de acompañarlos?- Había tenido que juntar coraje para retarlos. Debajo la túnica comenzaba a dolerle la fuerza con la que tenía su varita entre sus dedos. Creyó que si apretaba má...