Capítulo 8

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Es propio de aquellos con mentes estrechas embestir contra toro aquello que no les cabe en la cabeza.

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—Muy bien, pero si tuvieras que elegir uno de los dos, ¿cuál sería? —el pelirrojo dejó que todo su peso descansara en el respaldo de la silla, llevaba un jugo de calabaza en una mano y una dona glaseada en la otra. Tenía el ceño levemente fruncido, su hermana en diversas ocasiones hizo burla de que repetía tanto ese gesto que se le estaba empezando a quedar marcado. Pero le ayudaba a pensar, al menos era lo que él decía.

—¿A fuerzas? —preguntó con inocencia, la realidad es que deseaba escaparse de esa pregunta. Sin embargo, su hermana negó con una divertida sonrisa en el rostro —Supongo que elegiría ser un sapo del pantano —.

La boca de Amélie se abrió en un gesto incomprensible, estaba genuinamente ofendida, jamás había sentido esta clase de traición. No podía creer que él, su hermano, su propia sangre pensara de esa manera —¿De verdad prefieres eso a ser una serpiente del desierto? —.

—¿Qué si prefiero tener patas? La respuesta es sí —intentando tomar la última palabra llevó su jugo hasta sus labios, dando así por concluida la discusión. Su hermana no tenía mucho que argumentar, sabía que no lo haría cambiar de opinión por más equivocado que estuviera. En su lugar sólo golpeó su brazo y se escondió también detrás de su bebida.

Era la mañana siguiente después de que hubieran llegado al hospital con ayuda de Dumbledore. Tal como lo había prometido el profesor, su padre les explicó la situación una vez que éste hubiera leído la carta. No indagó en los detalles pues "son cosas confidenciales", pero la esencia del acto ya la conocían.

Afortunadamente el señor Weasley había salido del mayor peligro, ahora necesitaba de mucho reposo y muchas pociones. Debido a la magnitud de la situación y al interés personal, el señor Bellum se ofreció a doblar el turno de su trabajo, al menos hasta estar seguro de que ya no corría ningún peligro. Sus hijos habían decidido quedarse con él, después de todo conocían ese lugar como las palmas de sus manos. Desde que tienen memoria acompañan a su padre al trabajo, no es sorpresa que hayan memorizado todo el lugar, así como los pacientes.

Quizá la familiaridad con la que se habían desenvuelto en lugares como este sirvió como pequeña influencia en los más pequeños de la familia. Doanne tenía la ilusión de convertirse en medimago, igual que su padre. Amélie admiraba enormemente el trabajo de su padre, aunque también el de su hermano, por lo que para ella la mejor profesión era una perfecta mezcla entre el cuidado de magos y de criaturas mágicas. Ni siquiera estaba segura de que algo así existiera o tuviera título, pero ella estaría dispuesta a ser la primera.

—Amélie —la recién nombrada sintió cómo tocaban su hombro. Alejó la bebida de sus labios y miró a una joven sanadora, la reconoció de inmediato pues en numerables ocasiones la había asistido en el área de daños por encantamientos —Él otra vez, supongo que te vio cuando entraste al piso a saludar, me pidió que te lo entregara —le extendió una imagen del que alguna vez fue su profesor de DCAO.

Era el retrato de Gilderoy Lockhart, llevaba uno de sus extravagantes trajes y sostenía su varita como si se encontrara en medio de un duelo de magia, en la esquina inferior tenía una firma dorada con su nombre y una breve dedicatoria "A mi fan número 1, Amelia".

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⏰ Última actualización: Jun 08, 2023 ⏰

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Los hufflepuff no somos débiles ~Harry Potter~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora