🔗Capítulo 29🔗

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Sé toda la verdad

Atenea Morelli

Termino de cenar, me quedo sentada en el comedor sola, nadie cenó en el comedor, mi padre se encuentra metido en su almacén junto a Artemis, han pasado todo el día trabajando ante la ausencia de Artemisa, Francesca tampoco bajó a cenar, prefirió quedarse en su habitación.

Alessandro salió desde temprano a resolver algunos asuntos de su empresa, también tenía una junta con uno de sus socios. Podía quedarme en mi habitación y comer en ella, pero mejor comí en el comedor, le pedí a Fiorella que me acompañe a cenar, al principio se negó; sin embargo, luego de tanta insistencia conseguí que lo hiciera.

― Estoy ansioso por conocer a Hera.― Adriano toca mi enorme vientre.

Adriano es mi amigo desde que éramos adolescentes, siempre hemos tenido una buena comunicación, es como si fuera el amigo de mi hermano, pero también mi gran amigo, toma asiento a mi lado en el comedor.

― Espero que la cuides cuando quiera irme a la disco.

― Eso ya es avaricia Atenea.

― Dices que amas a tu sobrina, cuidarla mientras su madre sale de fiesta es demostrarle todo tu cariño.― guiño un ojo con una sonrisa.

― ¿Qué? ¿Ahora seré una niñera a prueba de balas?

No puedo evitar reírme en su cara por su ocurrencia, sé que hace referencia a la famosa película, recibo el postre a gusto, tomo una cucharada mousse de chocolate.

― Ya estuvo bueno de chistes ¿Deseas algo de cenar?

― Agradezco las atenciones, pero ya comí bastante antes de venir a verte.

― Como digas, luego no digas que te di malas atenciones.

Llevo una cucharada a mi boca y disfruto del delicioso sabor, todos los días como si fuera una costumbre debo comer una buena porción de mousse de chocolate, de no hacerlo es un solo malestar en el estómago, al parecer es el postre favorito de mi hija.

― ¿Son los arreglos de mesa para la boda?

Miro en dirección que él, en medio de la enorme mesa del comedor se encuentra una muestra del arreglo floral que pienso poner en la boda.

― Es una muestra, pienso poner ese tipo de flores en los centros de las mesas.

― ¿Sigues pensando en casarte después de todo lo que sabes?

Asiento, es algo que me está rompiendo, pero debe ser fuerte por mi hija, es la única que me mantiene de pie y no me deja derrumbarme.

― Ya lo he decidido, además, no puedo dejarlos ser feliz, así por así, ambos deben sufrir lo mismo que yo.

― A ellos no les importa, la única que está sufriendo todo esto eres tú.

― Lo sé, pero deseo ver la cara de Artemisa cuando vea que si me voy a casar con él.

― ¿Él sigue igual contigo?

― No ha cambiado en ningún momento, sé que no me va a dejar, mucho menos por ella.

― ¿Qué te hace pensarlo?

Su pregunta me hace pensar las cosas, puede que esté equivocada, al final los dos son tal para cual.

― Porque ya hubiera sacado sus garras, no lo ha hecho, sigue insistiendo con que nos casemos en cuanto antes, hasta me ha pedido cambiar la fecha para lo más pronto posible.

― No me gusta la actitud que está tomando, me da mala espina, no confíes en ninguno de los dos, no sabemos de lo que son capaz.

Dejo mi plato a un lado, suelo comer poca cantidad, es solo para endulzar mi paladar, Adriano y yo conversamos sobre otras cosas, el tiempo se nos va, nos levantamos del comedor y caminos hacia la salida.

― ¿Qué hace este aquí?― Alessandro mira a Adriano con desdén.

Nunca le ha caído bien, es algo que siempre se lo ha hecho saber cada vez que lo tiene cerca.

― Este como le llamas es mi amigo, amigo de la infancia.― poso mi mano sobre el hombro de Adriano.― Te pido respeto por él.

― No te desgastes, yo ya me iba.― se voltea y deja un beso sobre mi mejilla.― Cuídate, nos vemos luego.

Se despide de Alessandro sin importarle que su sola presencia le remueva el hígado, se despide de mí una vez más y se retira hacia su auto. Me volteo para dirigirme hacia mi habitación, ignoro por completo su presencia.

― No respondiste la pregunta que hice ante la presencia de ese idiota.― afloja su corbata.

― Tampoco debía hacerlo, sabes que él es mi amigo, puede venir a verme las veces que quiera, además, él será el padrino de nuestra hija.

― Eso no va a suceder ni que esté loco.

― ¿Yo si debo respetar a tus amistades?

― Entiéndeme, no se trata de eso, sabes que nunca lo he tolerado.

― No lo toleras porque piensas que él está interesado en mí sentimentalmente, cosa que no es.

― Veo como te mira, siempre vive pendiente de ti, quiere algo más que una simple amistad.― suelta su maletín sobre el sofá.

Volteo a encararlo, lo que más aborrezco de él es su cinismo, sigue viéndome la cara de idiota, aun así tiene el descaro de celarme con mi gran amigo de toda la vida.

― Juzgas a Adriano porque haces la misma mierda con Artemisa.― enarco una de mis cejas al ver como su rostro se ha desencajado por completo.― ¿Crees que soy tan idiota y que nunca me iba a dar cuenta?

― No entiendo de que hablas.

― Puedes hacerte el desentendido, porque sabes que te conviene, pero sé que te acuestas con ella, los descubrí hace un mes en la habitación de Artemisa.

― Si tan solo dejaras que te explique las cosas, fuera distinto, deja que lo haga.

― Si tu pensar es que voy a cancelar la boda y mandarte a la mierda, estás equivocado.― me acerco a él y lo tomo de la barbilla.― Aquí todos vamos a ser infelices.

Me alejo de él y me encierro en el baño a canalizar toda la ira que siento, las lágrimas salen y corren por mis mejillas sin pedir permiso, desde que supe que los dos me están engañando me propuse a no sufrir y seguir adelante por mi hija. Pero hay momentos de vulnerabilidad donde olvido la promesa que me hice y solo deseo desaparecer, el dolor es tan intenso y latente que por más que trato no lo consigo calmar.

Espero que los dos paguen todo el daño que me han hecho, sé que no volveré a ser la misma, pero si de algo estoy segura es de que ninguno de los dos va a poder ser feliz nunca. Prometo hacerles la vida imposible por el resto de mis días, así me cueste la vida hacerlo.


Sed de PecarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora