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Prefacio
⋘ Los pecados son deseos que nos vuelven débiles ante lo que anhelamos cometer, llevándonos al abismo y quemándonos con nuestro propio fuego.⋙
Me remuevo en la cama de un lado hacia el otro, por más que trato de conciliar el sueño me resulta imposible, mi reloj digital marca que son las dos de la madrugada, ya todos se encuentran dormidos o eso creo, por debajo de la puerta de mi habitación se puede apreciar la oscuridad, tomo mi bata de seda para cubrir mi evidente desnudes, tomo unas pantuflas y termino de salir de la cama por completo.
Maldigo internamente cuando veo que mi mesa de luz no hay una jarra con agua, la ineficiente de Fiorella lo olvidó, salgo de la habitación con cuidado de no despertar a nadie, bajo las escaleras y me adentro a la cocina, la luz se mantiene tenue, tomo una jarra y un vaso.
Mantengo mi concentración en llenar el vaso con agua, navego en mis pensamientos, la casa se mantiene en un inmenso silencio, dejo la jarra en su lugar anterior y tomo asiento en la isla, disfruto estar en la cocina a altas horas de la madrugada, disfruto de la soledad, es el único momento en el que siento que soy yo, en el que no tengo que estar expuesta ante nadie, mucho menos sacar mi armadura.
— De todas las mujeres que existen en el mundo tú tenías que ser la hermana de Atenea.— la voz de Alessandro causa que salga de mis pensamientos.
Sostengo mi vaso de agua, detallo con la mirada cada parte de su torso desnudo, su tonificado cuerpo, sus fuertes brazos, la sensualidad en la que se mantiene de pie, es la incitación a coger en su máxima expresión.
— Es irónico, porque pienso lo mismo que tú.— delineo con mis dedos el borde del vaso.
Se acerca a mí, me sostiene por el cuello con fuerza, saboreo mis labios bajo su presencia, me excita el solo saber que su mano se encuentra sobre mi cuerpo una vez más.
— He durado dos años buscándote y siempre estuviste cerca de mí.— su mirada quema sobre mi piel.
— Ya me has encontrado cariño.— sostiene mi cuello con más fuerza, siento mi sexo palpitar por la intensidad del momento.
— Te has vuelto prohibida para mí, aunque quiera poseerte, no puedo.— me suelta, pero se mantiene cerca de mí.
— A mí me encanta lo prohibido, eso vuelve más excitante las cosas.— muerdo mis labios.
— No quiero lastimar a tu hermana.
— Fuiste mío antes de conocerla, cuéntale la verdad, sabes que me deseas, por ella solo sientes cariño.— abro mis piernas mostrándole mi húmeda feminidad.
— Es complicado, Atenea no va a entenderlo.— pasa las manos por su cabeza.— Si tan solo te hubieras quedado aquella noche conmigo.
Me acerco a él, mis manos se pasean por su torso desnudo, me acerco hacia su oído para poder susurrar lo que deseo.
— Tenemos todas las noches que queramos, no te limites y cógeme cuando quieras.— muerdo el lóbulo de su oreja.— Al final serás mío y no me importa a quien tenga que llevarme por delante para conseguirlo.
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Sed de Pecar
RomancePara Artemisa el placer no es fácil de conseguir, no cualquiera es capaz de brindárselo, por eso cuando lo conoce siente la necesidad de tenerlo solo para ella. Grave error, es el prometido de su hermana, pero eso no será impedimento para ella pecar...