🔗Capítulo 28🔗

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Noche de chicas


Artemisa Morelli

He despertado junto con el sol, la verdad es que tengo el estómago hecho una mierda, para sentirme un poco mejor he tomado un bote de alcohol, me he acostado en la cama con varias almohadas en la espalda, me he cubierto con las sábanas y veo un episodio de mi serie favorita.

Hasta el día de hoy no había presentado ningún tipo de síntomas, pero al parecer mi cerebro se ha conectado con mi sistema digestivo y me ha enviado señales de un posible embarazo, porque así de sucio puede llegar a jugarte la mente cuando piensas que puedes tener algo. Apago la televisión y me volteo dando la espalda hacia la puerta, deseo dormir un poco, no he podido hacerlo en toda la madrugada, los malestares son tediosos.

Fiorella entra a mi habitación sin hacer ruido, puedo darme cuenta de que es ella por su fragancia a floral, ese olor es normal en ella, puedo distinguir su olor entre la multitud, es único, deja una bandeja con desayuno sobre la mesita de luz que se encuentra al lado de mi cama.

― Perdón que haya entrado sin avisar, pero pensaba que seguía dormida.

Acomoda los utensilios que usaré para comer, todo esto lo hace sin mirarme.

― Lo que más quisiera es poder dormir, pero este maldito malestar estomacal no coopera conmigo.― me siento para poder aunque sea tomar jugo.

― Le traje un té verde por eso mismo, pude escucharla muy temprano indispuesta en el baño.― me acerca la taza con una cuchara dentro de la misma, parece que ya le ha echado azúcar.

― Te agradezco el gesto, necesitaba tomar algo de ese estilo.

Recuesto mi espalda de las almohadas, inhalo el olor del té, solo olerlo hace que sienta un alivio, Fiorella se acerca a la puerta de mi balcón, su mirada se pierde, no sé donde.

― ¿Qué tanto miras?― le pregunto con curiosidad.

Voltea a verme, niega y se acerca a servirme el desayuno.

― Nada interesante, solo veía el panorama de afuera.

― Mientes, puedo verlo en tu mirada, estabas viendo algo más.

Termina de servir el pan con mermelada y huevo, en otro platillo coloca las frutas.

― Veía a la joven del señor Artemis irse, eso era todo.

― ¿Así que pasó toda la noche aquí?― tomo un largo sorbo de té, me ha caído bien en el estómago.

Me mira, piensa por varios segundos si responder o no a mi pregunta, pero finalmente termina haciéndolo.

Sed de PecarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora