🔗Capítulo 5🔗

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Mío o de nadie

Artemisa Morelli

Me remuevo en la cama de un lado hacia el otro, por más que trato de conciliar el sueño me resulta imposible, mi reloj digital marca que son las dos de la madrugada, ya todos se encuentran dormidos o eso creo, por debajo de la puerta de mi habitación se puede apreciar la oscuridad, tomo mi bata de seda para cubrir mi evidente desnudes, tomo unas pantuflas y termino de salir de la cama por completo.

Maldigo internamente cuando veo que mi mesa de luz no hay una jarra con agua, la ineficiente de Fiorella lo olvidó, salgo de la habitación con cuidado de no despertar a nadie, bajo las escaleras y me adentro a la cocina, la luz se mantiene tenue, tomo una jarra y un vaso.

Mantengo mi concentración en llenar el vaso con agua, navego en mis pensamientos, la casa se mantiene en un inmenso silencio, dejo la jarra en su lugar anterior y tomo asiento en la isla, disfruto estar en la cocina a altas horas de la madrugada, disfruto de la soledad, es el único momento en el que siento que soy yo, en el que no tengo que estar expuesta ante nadie, mucho menos sacar mi armadura.

— De todas las mujeres que existen en el mundo tú tenías que ser la hermana de Atenea.— la voz de Alessandro causa que salga de mis pensamientos.

Sostengo mi vaso de agua, detallo con la mirada cada parte de su torso desnudo, su tonificado cuerpo, sus fuertes brazos, la sensualidad en la que se mantiene de pie, es la incitación a coger en su máxima expresión.

— Es irónico, porque pienso lo mismo que tú.— delineo con mis dedos el borde del vaso.

Se acerca a mí, me sostiene por el cuello con fuerza, saboreo mis labios bajo su presencia, me excita el solo saber que su mano se encuentra sobre mi cuerpo una vez más.

— He durado dos años buscándote y siempre estuviste cerca de mí.— su mirada quema sobre mi piel.

— Ya me has encontrado cariño.— sostiene mi cuello con más fuerza, siento mi sexo palpitar por la intensidad del momento.

— Te has vuelto prohibida para mí, aunque quiera poseerte, no puedo.— me suelta, pero se mantiene cerca de mí.

— A mí me encanta lo prohibido, eso vuelve más excitante las cosas.— muerdo mis labios.

— No quiero lastimar a tu hermana.

— Fuiste mío antes de conocerla, cuéntale la verdad, sabes que me deseas, por ella solo sientes cariño.— abro mis piernas mostrándole mi húmeda feminidad.

— Es complicado, Atenea no va a entenderlo.— pasa las manos por su cabeza.— Si tan solo te hubieras quedado aquella noche conmigo.

Me acerco a él, mis manos se pasean por su torso desnudo, me acerco hacia su oído para poder susurrar lo que deseo.

— Tenemos todas las noches que queramos, no te limites y cógeme cuando quieras.— muerdo el lóbulo de su oreja.— Al final serás mío y no me importa a quien tenga que llevarme por delante para conseguirlo.

Dejo el vaso sobre la isla y salgo de la cocina dejándolo solo con la palabra en la boca, subo las escaleras despacio, me paseo por los pasillos de las habitaciones, me detengo en la puerta de la habitación de Artemis, sin hacer ruido abro la puerta despacio, este se encuentra durmiendo, la luz de la luna es lo único que alumbra la habitación, cierro la puerta detrás de mí con cuidado y le coloco el seguro.

Camino con cuidado hasta acercarme a la cama, dejo caer mi bata de seda, quedo completamente desnuda, subo con cuidado hacia la enorme cama, él se encuentra durmiendo sin nada de ropa, desde que tengo uso de razón Artemis duerme sin ropa, duerme como la vida lo trajo al mundo, sin nada.

Me detengo a observar cada parte de su cuerpo, luce relajado, duerme tranquilamente, quedo a la altura de su miembro, lentamente paso mi lengua por el inicio de su falo, hago el movimiento sin prisa hasta lograr obtener todo su miembro dentro de mi boca, poco a poco este va cobrando vida y volviéndose más erecto, mis movimientos aumentan y con ello los de mi lengua.

— ¡Ah, joder!— jadea por lo bajo, lentamente abre sus ojos, al verme intenta detenerme, pero se lo impido.

— Déjate llevar por esta vez, deseo hacerlo y sé que también quieres que lo haga, mañana haremos como que esto no sucedió.— mis tetas quedan expuestas ante sus ojos, no duda en apreciarlos.

— Alguien puede descubrirnos, esto no está bien.— su mano se va directamente a mi cabeza.

— La puerta tiene seguro, no te preocupes, nadie va a vernos.— no le doy tiempo a que responda y vuelvo a follar su miembro con mi boca.

Una y otra vez, mis manos se unen a esta deliciosa, prohibida y excitante hazaña, con una de mis manos lo estimulo y con mi lengua lo saboreo, mi lengua da vueltas por todo su falo, su cabeza cae hacia atrás y disfruta de las caricias que mi lengua le regala con amabilidad, mi cabeza sube y baja, succiono hasta que siento como la parte baja de su vientre se contrae.

Su mano se va hacia mi cabeza y me incita a que continúe tragándome toda su erección, se escuchan en la habitación leves sonidos de como me atasco con su enorme miembro, mi coño se humedece cada vez más y más con la intensidad del momento, no soporta más y termina derramando todo su semen en mi boca, succiono hasta que no queda nada más.

Me separo de su miembro, con mi dedo pulgar corro gotas de semen que se resbalan por mi boca, vuelvo y las introduzco en mi boca, no deseo desperdiciar nada, Artemis se queda viendo cada movimiento que hago. Me acerco a él, mis senos rozan su piel desnuda, su respiración se encuentra acelerada, dejo un casto peso sobre sus carnosos labios.

— Deseo que tengas dulces sueños Artemis.— me alejo de él.— He disfrutado como nunca este momento.

Camino hacia la puerta bajo su atenta mirada, tomo mi bata de seda y vuelvo a cubrir mi desnudez, nuestras miradas se conectan, desea más, su mirada lo demuestra, ha quedado con más ganas de seguir probándome. Salgo de su habitación sigilosamente otra vez, no quiero que nadie me vea, entro a mi habitación y vuelvo a meterme debajo de mis sábanas, cierro los ojos y me quedo pensando en el delicioso momento que acabo de tener con Artemis.

Sed de PecarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora