Mentor

233 29 1
                                    


Lo había intentado, juraba que sí, pero por mas que trataba el llanto no se detenía aunque tratara de tranquilizarse por todos los medios. Y lo odiaba.

Carlos nunca había sido alguien que mostrara sus sentimientos, desde muy pequeño había tenido que aprender que esa podía ser su mayor debilidad, y ahora en los juegos, simplemente no se lo podía permitir. Quizá aún no estaban en la arena, pero los juegos habían comenzado desde que su nombre salió de la infame cosecha, y si quería tener una oportunidad, era mejor que comenzara a portarse como un hombre y no como un niño asustado, aunque eso es lo que era por más que tratara de negárselo. Quería a su familia, quería volver a casa, quería una vida normal, trabajar, quizá hasta tener una familia, navegar por el océano y sentir el viento en las velas de su bote, aunque ahora ese era un sueño que nunca se realizaría.

Fue entonces cuando escuchó un par de golpes en la puerta, sabiendo perfectamente de quien se trataba por descarte. Elenna debía estar en un estado mucho peor, Klayton era un gigante no, y eso lo dejaba con Charles.

— Largate... — Dijo entre sollozos, puesto que era la última persona que quería ver. No entendía como mientras él y sus padres se encontraban con el corazón destrozado y su vida deshecha, alguien podía ser parte de ello de manera voluntaria y disfrutarlo.

— Lo siento, no puedo hacer eso. — Dijo entrando a la habitación de cualquier forma, lo cual ganó una mirada furiosa de Carlos, quien aún llevaba lágrimas en su rostro. — Lamento mucho que hayas sido elegido, Carlos... quisiera que no tuvieras que pasar por esto...

— A ti te encantó, no tienes que ser hipócrita conmigo.

Charles supiró, cerrando la puerta tras él y acercándose, arriesgándose a recibir al menos un golpe de parte del tributo.

— Carlos, no espero que me comprendas, pero entiendo tu pensar... lamento que estes pasando por esto, y creo que nadie debería hacerlo, es horrible. No tienes que aceptarme o ser mi amigo, pero voy a ser claro contigo. Creo que puedes ganar.

— ¿Eres o solo tienes cara de idiota? No me mientas, no tengo ninguna oportunidad, yo no fui entrenado para matar a nadie como tú, no me metas en esa cesta.

Había un don que Charles no tenia, la paciencia.

— Tú no me conoces, asi que no actúes como si lo hicieras. No tienes ni puta idea de lo que ocurre en mi vida, o en mi cabeza, y no te debo ninguna explicación, Sainz. ¿Puedes comportarte como gente civilizada con quien intenta salvar tu estúpida vida? No tienes ni puta idea en lo que estás metido.

La puerta se cerró de un golpe dejando a Carlos atónito. No se esperaba esa respuesta de su mentor, quien volvió a su habitación aguardando para la cena. Ese no era el Charles Leclerc risueño e increíblemente petulante de la televisión, es como si fuera otra persona.

Una chica avox les llamo a la cena por medio de una campanilla, lo cual había sido aterrador. Las malas lenguas decían que los traidores al capitolio acababan asi, como sirvientes sin lengua y sin entera conciencia, sin embargo, él nunca había visto uno, por lo que pensaba que solamente eran leyendas absurdas del distrito. Era jodidamente real.

La mesa parecía un banquete como nunca había visto, por lo que por un momento el olor de la comida caliente le mareó haciéndole sostenerse de una de las sillas.

— Bien, comencemos. Si quieren tener una oportunidad deben alimentarse correctamente estos días, carne, vegetales, tienen que llegar lo más fuerte posible a la arena.

Leclerc era todo lo que no se esperaba. Incluso parecía un buen mentor, lo cual lo tenía sumamente confundido. Su enojo había terminado por convertirse en intriga, por lo que se sentó a comer sin repelar. El plato consistía en pure de patatas, arroz y un gran trozo de carne, lo cual no comprendía que pudiera comer él solo. Normalmente en casa lo racionarían para 3 días entre todos.

— Voy a ser honesto, esto no va a ser fácil. Lo han visto en la televisión por años, pero esto es diferente. Haré lo que pueda para ayudarlos, pero tienen que darme con que trabajar. Esta gente no es nada parecida a lo que es el distrito 4, por lo que deben cautivarlos, de eso dependerá su vida, lo hará en la arena. Les conseguiré tanta ayuda y patrocinadores como pueda, pero la mayoría depende de ustedes. ¿Qué saben hacer?

Ambos tributos se quedan callados, lo cual no es sorprendente. Elenna es apenas una niña, y Carlos no tiene precisamente el antecedente de querer cooperar. Charles está a punto de rendirse cuando escucha al chico murmurar.

— Correr, pescar... no estoy seguro de que eso cuente como una habilidad... me escondía de los agentes de la paz en casa... cocinar supongo...

— Es un buen comienzo, algo se podrá hacer.

Charles ya lo tiene claro, aunque sea crudo, no tiene mucha opción. Solo hay un ganador, y sabe que Elenna no tiene ninguna posibilidad de ganar. Es pequeña, inútil, y no parece tener ninguna habilidad destacable. Sin embargo, puede intentar salvar a Carlos, y eso lo deja con una enorme responsabilidad. Es la primera vez que siente que puede llevar a alguien de vuelta a casa.

Los años anteriores no había mucho que hacer, había tenido tributos pequeños o demasiado paralizados por el miedo como para hacer algo. Habían sido una presa fácil en la cornucopia, antes de que él pudiera siquiera comenzar a conseguir patrocinios.

Aún escuchaba sus gritos y llanto en las noches, cuando trataba de dormir en su solitaria casa en la aldea de los vencedores. Otros ganadores lo habían consolado, diciendo que no era su culpa, pero no podía evitar pensarlo. Pero esta vez debía lograrlo, por él, por Carlos. Por Jules.

— ¿Cómo es estar ahí?

La pregunta de Carlos le había sacado de sus pensamientos después de un incómodo silencio.

— Es... complicado. Tienes que estar alerta siempre, no es como nada que hayan experimentado antes...

No había notado en que momento la niña había dejado la mesa para ser honesto, aunque inesperadamente eso le había relajado. No quería mostrar su elección de uno sobre el otro, aunque a decir verdad era un tanto obvio.

— No sé como responder... creo que al estar ahí realmente no hay tiempo de pensar en como te sientes, todo ocurre demasiado rápido... No recuerdo mucho de los juegos, es como si mi cabeza hubiera bloqueado partes de lo que pasó... un momento estaba ahí, luchando contra el último, y al siguiente en un hospital con una gran cantidad de morfina... probablemente tu recuerdas más mis juegos que yo...

Carlos no lograba entenderlo. ¿Cómo alguien podía cambiar tanto?

— El distrito era una locura... todos estaban vendiendo cosas para ayudarte...

Charles solo pudo reir de manera apagada.

— Si, algo de eso escuché... aunque no esperaba esa reacción... pero es algo que salvó mi vida... ahora tenemos que hacer que te quieran igual, pero ahora descansa... serán dias pesados en cuanto lleguemos... mañana veremos las cosechas e iremos conociendo a los otros tributos, pero ahora no pienses en eso...

Carlos asintió, mirándole a los ojos de manera más tranquila. No entendía como a unos días de su inminente muerte podía hacerle sentir de esa manera, con esa sensación de que todo estaría bien.

— Buenas noches Carlos, descansa.

— Buenas noches Charles... — Dijo de forma suave, antes de ir a su habitación, sin pensar en los juegos, o en su destino, sino intrigado por una sola cosa, Charles Leclerc. 

TributoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora