VII

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Desde la distancia, Katsuki se percató de que lo estaban vigilando al llegar a los departamentos. De nuevo sintió comezón en la nuca al ver a los dos amigos del menor al otro lado de la calle y entonces se dio cuenta de que Zuzu se acercaba a él.

—No te muevas, niño —se giró con la esperanza de que el peliverde siguiera sus órdenes, pero fue en vano.

Quería estar con Izuku a solas o le dará vergüenza que Kaminari se percatara de cómo le brindaba cariño “maternal” a un cachorro. Sin darse cuenta, había aprendido esas conductas extrañas de Masaru. Estaba avergonzado de haber dormido con el oji esmeralda en el sofá y sentir la necesidad de repetir el momento de nuevo, escuchar sus pequeños suspiros y contar sus pecas para poder conciliar el sueño.

Por otra parte, Izuku sentía el impulso de tomar la mano del cenizo en el momento en que su alma tiembla de frío o su mente lo acecha con intranquilidad. Cuando intentó atrapar su mano, el omega la ocultó en su pantalón. Infló los cachetes y le dirigió una mirada extraviada a Kaminari, reconoció cómo ese alfa rubio estaba ocultando sus feromonas para no revelar sus sentimientos de “cariño” hacia Kacchan. No quería ser egoísta, deseaba que el omega tuviera más amigos, pero también quería averiguar cuáles son sus intenciones reales.

¿Qué clase de cariño está esperando Kaminari? ¿Qué es lo que quería de Kacchan?

Sabía que lo correcto era dejar libre al oji rubí, no era su deber hacer o investigar esas preguntas.

—No soy un niño, Kacchan —suspiró, por fin respondiendo a las órdenes dadas por el mayor —Ya casi doy dieciocho vueltas al sol.

Kaminari se quedó aún más sorprendido, ese mocoso ni siquiera parece de diecisiete. Se veía más pequeño de lo normal.

—Pensé que tendrías quince años —soltó sin pensar antes de hablar.

Izuku quería gruñir, pero solamente lo observó molesto, sacudiendo su cabeza en negación. Sentía sus manos vacías y por eso se enredó en el brazo del omega, el otro no se tensó, solo sintió un escalofrío cuando lo sujetó hacia su pecho.

Kacchan estaba sintiendo una sensación agridulce con los roces de Izuku en sus manos o brazos. Ese niño convive a base de contacto físico, no quería reconocer que eso le traía una alegría interna, una calidez en su pecho que se comenzaba a extender. Su corazón latía veloz, sentía que iba a perder el control.

—¿No se te hace tarde para ir a la escuela? —lo agarró de la mejilla mientras se la exprimía como un pequeño limón, con su otra mano le acomodó el cabello por detrás de su oreja.

Lo quería morder con cariño.

—¿Te estoy estorbando, Kacchan? No contestas ninguno de mis mensajes… tu mirada es un poco extraña. ¿Necesitas ayuda? —todavía sujetaba el brazo del cenizo y comenzó a restregar su cabeza contra el hombro del contrario, alborotando el aroma a limón.

Pero algo le causó un estornudo.

El oji rubí se alejó cuando el pecoso volvió a estornudar, decidió que lo mejor era entrar a los departamentos, ahora una reja los separaba.

Denki se sintió como un sobrante desde que llegó Izuku. Se dio cuenta de que el chiquillo quería capturar toda la atención de Katsuki, sin respetar la conversación que ellos tenían hace un momento. Hubo un largo silencio cuando el cenizo cruzó el otro lado del portón. Y luego la voz resignada de oji ámbar se escuchó:

—Kacchan, toma mi número, por favor, me quedaré más tranquilo —metió su brazo por la reja para tratar de entregar el papelito al omega mientras veía de reojo al menor, con recelo.

Migraine [DkBk] PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora