XI

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Estaba encerrado en su habitación, con las cortinas cerradas y atadas para que, con el viento, no se movieran y permitiesen que las personas de fuera, vieran lo que sucedía en el interior.

Habían pasado muchas cosas en esas últimas semanas. Demasiadas cosas que le hubiera gustado evitar, si tan solo no hubiera chocado miradas con Izuku aquella vez que lo encontró esperando el autobús.

Le tenía aprecio, de verdad. Pero no lo suficiente para aguantar su forma de ser.

Era encimoso, celoso y resentido. De forma exagerada.

La pregunta constante de cómo se sentía y si había presentado algún síntoma de embarazo, era repetitiva hasta el punto de soñarla. Cada veinte minutos le preguntaba.

Incluso una vez, Denki y él estaban conversando fuera del departamento, de lo más normal. De un segundo para otro, el pecoso apareció entre ellos dos, el alfa rubio se burló un poco de él, y el gruñido gutural que soltó el peliverde fue con fuerza desmedida.

Katsuki se sorprendió, los dos estuvieron a punto de lanzarse a los golpes. Tuvo que meter al niño al departamento, discutiendo por largos minutos, entre gritos.

—¡Suéltame idiota! —trataba de quitarlo, sus brazos dolían por las múltiples mordeduras que le estaba haciendo —¡Carajo!

Pequeñas gotas de lágrimas saladas se derramaban por sus mejillas, sus brazos dolían como el demonio. Podía sentir los colmillos del pequeño alfa clavarse en la carne. Había manchas de sangre por su piel.

Terminó empujándolo fuera del departamento, dándole un golpe bastante fuerte en la cabeza y cerrando la puerta. Se apresuró para poner seguro y recargar algún mueble.

Su respiración estaba descontrolada, el sentimiento de miedo e inseguridad lo invadió por completo. Escuchó algo por fuera, y corrió aterrado para cerrar todas las ventanas y así evitar que volviera a entrar.

Un par de semanas después, se volvió a encontrar con el mocoso. Este le pidió perdón con mucho remordimiento, y le rogó que volvieran a salir juntos. Quiso negarse, y lo hizo durante dos días, pero para el tercero, se resignó a que Izuku no lo dejaría en paz hasta que dijera que nada había pasado.

Pero, no tuvo que pasar mucho tiempo para que viera cómo se peleaba con sus supuestos mejores amigos. Y después se acercara a él, fingiendo que no le había tirado un par de dientes al tal Monoma.

—¿Por qué peleaban? —preguntó con un nudo en la garganta.

—… —lo miró y bufó, como si en realidad esperara que no hiciera esa pregunta —Nada.

Desvió la mirada y decidió ignorar esa señal, por el momento. Pero con el tiempo se dio cuenta de que Izuku era un tipo bastante inestable, incluso con sus mejores amigos. Cuando menos lo esperó, volvió a tenerlo encima, tratando de marcar su cuello. Las heridas de sus brazos aún dolían y probablemente, si hacía movimientos bruscos, se abrirían de nuevo.

Y, volviendo al presente, se encontraba con algo de miedo, en su habitación. Se sentía algo agotado. Decidió detener su trabajo, se levantó del escritorio y se metió debajo de las colchas, haciéndose bolita en el medio y hundiéndose en sus pensamientos y sentidos.

Respiró despacio, sintiendo su calidez propia. Los últimos días se había sentido muy cansado y con ansiedad por todo. A veces se estremecía cuando escuchaba cosas extrañas fuera de su habitación cuando, se supone, debería estar solo.

En su interior, se sentía realmente estúpido por temerle a un niño dependiente de su madre. Pero, el cabrón tenía fuerza, y sus gruñidos tenían mucho efecto en él. Culpaba a sus instintos por hacerlo reaccionar de esa forma. No le gustaba sentir la necesidad de enseñar su cuello cuando lo observaba con seriedad, con su ceño levemente fruncido y como si estuviera diseccionando cada parte de él para averiguar hasta lo más recóndito de su ser. Le aterraba pensar que el pecoso podía llegar a conocerlo más que él mismo.

Migraine [DkBk] PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora