¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
⸻𝓛𝓮 𝓼𝓮𝓬𝓻𝓮𝓽 𝓭𝓾 𝓹𝓮𝓲𝓷𝓽𝓻𝓮 .ᐟ
ㅤ ㅤ ﹙𓈓﹚
Era el año 2012 en Thneedville, un jueves por la mañana, una ciudad llena de alegría, donde el aíre se debía pagar para poder vivir, donde lo plástico reemplazaba a los arboles y la vegetación secundaria.
Las personas iban y venían hacía sus trabajos o a sus compras matutinas, e incluso algunas otras tan solo iban a divertirse a distintos sectores de la ciudad, como lo era el simulador de montañas nevadas o al simulador de la playa.
La felicidad en la ciudad era muy contagiosa, las personas parecían radiantes, al igual que cada día.
Era como si nadie estuviera enterado de la historia de su ciudad, del cruel y oscuro pasado que vivió para ser lo que es hoy en día.
Y sin dudas todos estaban agradecidos con el empresario más grande de la ciudad, el cual era incluso el alcalde de Thneedville, quien se hizo rico de la noche a la mañana con una idea revolucionaria y asertiva. Él les entregaba a los ciudadanos el aíre limpio para respirar a cambio de una cifra de dinero.
Pero ¿eso a quien le importaba? La gente pagaría por ello ya que el aíre era necesario. ㅤ ㅤ ㅤ
Las tiendas abrían a eso de las 10 de la mañana, y una mujer de cabellera naranja introducía la llave en el picaporte de su tienda haciendo sonar la campanilla al abrir la puerta, estaba lista para un nuevo día de trabajo.
Ella atendía una tienda de pintura y retratos, la mujer tenía un don para trazar lineas con su pincel y luego vender sus obras, al igual que los tarros de pintura que compraba para sus dibujos y accesorios como brochas, pinceles, caballetes y demás, su don le dió la oportunidad de poder emprender en algo que amaba.
(______) observaba el reloj en su mano dejando una bolsa sobre el mesón de compra, ahí llevaba su desayunó el cual comería en prontamente.
Detrás de ella escucho que la puerta se había abierto, pues su campanita había sonado, los clientes ya comenzaban a llegar debido a su curiosidad por las pinturas de la dama o tan solo para comprar pintura para pintar para las estructuras u hogares de la ciudad.
Todos los clientes o curiosos de la tienda, miraban con atención y fascinados por los retratos de árboles de trúfula que salían constantemente en las pinturas de la pelirroja.
Algunas personas no creían que eran arboles pues parecían algo de otro mundo, sin embargo, había un pequeño porcentaje de clientes que deseaban ver uno y creían fielmente en que existieron, sobre todo los más mayores, cosa que alegraba el corazón de la vendedora.
