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Ninguno de los dos escuchó el despertador para ir a clases, aunque de todas formas yo personalmente iba a quedarme en casa por recomendación de la madre de Killian, la cual se ofreció a hacerme terapia.

La puerta estaba abierta así que su madre entró, seguramente hubiera dado algún toque a la puerta, pero ninguno lo habíamos escuchado. Seguíamos en la misma posición que por la noche así que ninguno habría dormido en una cómoda posición.

―¿Chicos? ―Decía Katherine

―¿Mamá? ―Decía Killian somnoliento.

Me dio unos golpecitos en la espalda para que abriera los ojos, pero me dolían que haber llorado tanto en tan poco tiempo. Seguramente estuvieran enrojecidos, hinchados y con unas ojeras enormes.

―¿Qué hacéis ahí? ―Inquirió ella―. ¿Ha pasado algo?

Los recuerdos de la noche, las pastillas en mi mano, sollozándole a Killian, él ayudándome a controlar un ataque de ansiedad. Rompí en llanto de nuevo. No podía expresarme con palabras sin ahogarme en un llanto. Killian debió comprenderlo por lo que le explicó lo sucedido de una forma suave, mientras yo me abrazaba a mí misma y lloraba.

Su madre se sentó a mi lado, en ese colchón hinchable y me acunó entre sus brazos. Era reconfortante, nunca antes me habían abrazado con tanto mimo. Y no dejé de llorar en un buen rato, balbuceaba cosas que apenas se entendían, Killian me acariciaba el pelo mientras su madre me susurraba que iba a ayudarme en esto y que no estaba sola en lo absoluto.

Entonces, ¿por qué me sentía sola si estaba rodeada de gente? Tenía gente que me sostendría si caía, que me alcanzaría una linterna en la oscuridad y que se tiraría conmigo al suelo si fuera necesario. Y aun así me sentía sola, como si nadie entendiera por lo que estoy pasando. Ni mi dolor. Ni mis lágrimas.

―Zoe... ―Decía Katherine mirándome a los ojos―. He logrado contactar con tus abuelos maternos.

Mis ojos se encontraron inmediatamente con los suyos e incluso Killian se incorporó de golpe. ¿Abuelos maternos? Ni si quiera sabía nada de mi vida.

―Viven muy cerca si te preocupa tener que irte lejos ―decía al ver mi cara―. Tu madre... Es una de las mejores abogadas que existen en Santa Mónica así que no dudamos en que traspasen la custodia a tus abuelos inmediatamente.

―No los conozco... ¿Cómo puedo convivir con gente que no me conoce? ―Empecé a ponerme nerviosa―. ¿Saben cómo estoy?, ¿entenderán por lo que paso?, ¿y si no llegan a quererme? ―Las lágrimas se agolpaban en mis ojos al borde de caer.

―Zoe, he hablado con ellos. Tomamos un café antes de decirte esto, te puedo asegurar que cuando les conté lo que te pasaba como psicóloga tuya que soy y hablando muy profesionalmente se echaron a llorar ―suspiró―. Ellos tienen una historia, un motivo del por qué nunca han ido a buscarte y créeme que no los defendería si no tuviera una razón de peso.

―Mamá, ¿estás segura de esto? ―Preguntó Killian.

―Seré su terapeuta y estaremos bastante cerca porque son aquellos señores mayores de enfrente, Killian ―respondió su madre.

Yo no conocía la gente del barrio de Killian así que no sabía de quienes hablaban, pero por la expresión de él los conocía.

―¿Zoe vivirá frente nosotros? ―Decía casi atragantándose con su propia saliva.

―Sí, tendremos sesiones semanales, pero... ―Sabía que habría una mala noticia en esto―. Sentirás que la gente te controla Zoe, no solo Killian, tus amigos o yo sino tus abuelos. Ahora que sé lo que ha pasado por la noche lo normal es que te vigilen para que no pueda suceder nada, la alternativa sería ingresarte y no creo quieras eso.

NI LUZ ROJA NI LUZ VERDE, LUZ ÁMBAR (Nueva versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora