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Por suerte, dormí toda la mañana hasta casi el mediodía. Estaba agotada tanto mental como físicamente y tenía que estar descansada para la graduación la cual me tenía más que nerviosa.

―Buenos días ―decía mi abuela sonriente.

―Serán buenas tardes ―dijo mi abuelo mirando el reloj.

―Perdón, esta semana ha sido demasiado agotadora...

―No te disculpes, Bella vendrá a las tres para prepararos para la graduación.

―Así que te hablas con ella... ―Dije riendo negando la cabeza.

―Es un sol de chica, ya verás cuando te pongas ese vestido. Vas a brillar.

―No incordies a la pobre criatura, ya suficiente nerviosa debe estar ―replicó mi abuelo riendo.

Ese día comía en casa mi tío, Wilma y los niños porque nos iríamos todos juntos a la graduación, junto con Bella y su familia. De Killian no sabía nada, llevaba un par de días sin hablarme y me temía lo peor. ¿Lo habría asustado con mis episodios depresivos? Igual se ha cansado de consolarme...

Comimos barbacoa y un montón de patatas con refrescos, sin duda, estaba demasiado orgullosa de la familia que tenía, de que por fin todo este enrevesado puzle estuviera montándose. Seguía sin creerme que ese día me iba a graduar, que habían pasado siete meses desde que pasó todo. Desde que todo explotó en mi vida y me vi desbordada.

Bella fue muy puntual, a las tres en punto ya estaba sonando el timbre. Llevaba su vestido en una funda para que no cogiera polvo ni se rompiera y un maletín donde daba a entender había todo tipo de maquillaje y accesorios para el pelo. No sé dónde me estaba metiendo.

―¡Pongámonos manos a la obra! ―Exclamó Bella.

Primero vi cómo se maquillaba ella, era en tonos tierra y algunos tonos en rosa pastel con mucho brillo y mucho rímel. Sin duda a ella esto se le daba bien, se había planchado el pelo así que los rizos que estaban por debajo de su pecho se convirtieron en un pelo mucho más largo.

―Te toca ―me señaló―. ¿Tienes algo pensado?

―Quiero algo que lleve trenzas ―dije muy segura, me había crecido el pelo ya que no me lo cortaba desde hacía tiempo. Había que aprovechar la largura.

―Es mi momento de triunfar, no me lo estropees, ¿vale?

Asentí y dejé que hiciera.

Ahora mi pelo llegaba por debajo de los pechos, así que me hizo dos trenzas de raíz con el pelo suelto, invertidas, como las de boxeadora, con dos pequeños lazos blancos en cada pequeña trenza. Luego con un arte que no entendí como no se quemó ni un dedo, me onduló un poco las puntas, dejándome dos mechones delante algo ondulados.

La verdad era que me gustaba como me quedaba ese peinado, me veía incluso bonita.

―Vamos con el maquillaje ―dijo aplaudiendo.

Como no sabía cómo era el vestido, no sabía cómo iba a maquillarme ni con qué colores. Nada en lo absoluto. Ella cogía brochas, elegía colores (los cuales no veía por tener los ojos cerrados), hacía y deshacía a su antojo, como una niña pequeña.

Cuando me pasó el espejo, Bella empezó a reírse por mi cara de asombro, ¿esa era yo? Me había hecho un difuminado de sombras negras y plateadas, unas pestañas muy negras y un eyeliner blanco pero fino y discreto, los labios los llevaba en un tono nude, pero notorio. No quedaban rastros de las ojeras que me habían arrastrado estos últimos meses.

Seguía dudando de que esa fuera yo.

Entonces, abrió su vestido y se lo puso. Era un vestido rosa palo, de tirantes con flores y enredaderas verdes, la parte de arriba en forma de corsé y un cinturón verde oscuro, llegaba casi al suelo y llevaba unas plataformas de color verde oscuro atadas al tobillo, Bella en toda su esencia.

NI LUZ ROJA NI LUZ VERDE, LUZ ÁMBAR (Nueva versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora