Capítulo trece.

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Ya eran pasadas las doce del medio día y aún ninguno de los dos chicos se había levantado de la cama, Shadoune seguía en un profundo sueño, abrazando por la cadera a Spreen quien solo hablaba con mensajes con Conter, sin saber si podía o era buena decirle lo que le había sucedido en la mañana.

Se dió la medía vuelta con cuidado para poder ver el rostro del francés, suspiró profundamente mientras se acurrucaba en el pecho del contrario.

— Shadou… Despertate. — Murmuró suave, sintiéndose hambriento y queriendo que su contrario lo consienta con comida. Sacó sus garras y las clavó en los hombros del mayor. — Dale pajero de mierda, despertate. — Elevó la voz para ser oído.

Una profunda queja fue todo lo que recibió, el osezno suspiró con molestia, agitando el cuerpo del ente quien finalmente abrió los ojos con notoria pereza.

— ¿Qué pasa Spreen? — Murmuró con voz ronca llevando sus manos a sus ojos y frotando sus palmas sobre sus párpados aún con cansancio.

— Tengo hambre y me da paja ir a cocinar algo, además quedamos en que vos ibas a cocinar. — Frunció el ceño, siguiendo con la mirada los movimientos del europeo quién se levantó y estiró un poco su cuerpo.

— No lo niego, quita esa carita, ¿sí? ¿o me vas a obligar a- — Se acercó al osezno pero este lo interrumpió tapándole la boca, con la mirada desviada y sus mejillas levemente sonrojadas.

— No hace falta, ya me duele lo suficiente el cuerpo como para repetirlo un mismo día, además quiero conseguir condones y lubricante para la siguiente vez. — Aclaró, el ente lo comprendió y se apartó del lugar yendo a la cocina para preparar algo que comer para ambos, sin tener en claro el qué.

Spreen también se levantó, un punzante dolor en las caderas que intentó ignorar con la mejor cara posible. Fue a la cocina junto con su inquilino para hacerle algo de compañía y ayudarlo en caso de que no sepa encontrar algo.

Ambos se encontraban hablando tranquilos, Spreen seguía con la mirada los movimientos de Shadoune mientras que este estaba concentrado en lo suyo.

De pronto la puerta fue tocada, Spreen movió sus orejas ante el estímulo auditivo y miró con confusión hacía el suelo, rara vez tocaban su puerta.

Voy a ver quién es, vo' quédate acá. — Se levantó del lugar caminando hacía la entrada, agarró sus llaves y abrió la puerta encontrándose con su vecina, una anciana muy amigable y amable.

— Buenas tardes, Spreencito. — Saludo con educación, Spreen movió sus orejas ante el apodo sonriéndole levemente.

— Buenas tardes, abu. — Recurrió a lo mismo, ella no era su abuela pero siempre lo trataba con el cariño de una. — ¿Pasó algo o necesitas algo? Azúcar, sal… no sé. — Habló confianzudo, suponiendo que venía a pedirle algo y con gusto le se lo daría, pero la señora negó.

— ¿Sabes? Yo también fuí jóven. — Spreen estaba confundido, ¿a qué iba eso? — Quiero decir, sé que a tu edad los jóvenes suelen divertirse pero la próxima vez que te diviertas con tu novia sean más cuidadosos con el ruido. — Spreen bajó sus orejas apenado, con un tierno sonrojo coloreando sus mejillas.

— ¡Perdón! Te juro que lo lamento, la próxima vez voy a controlar eso! — Se disculpó totalmente avergonzado, juntando la palma de sus manos suplicándole el perdón, la señora rió y negó con la cabeza.

— No pasa nada, es la primera vez que pasa, solo que me han despertado pero nada más. — Se explicó, para luego cambiar de tema. — Huele bien lo que están cocinando, los dejo tranquilos, cuidate Spreencito. —

Fotos - Shadreen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora