El aire de Gravesfield me hacía sentir los huesos secos, al punto de predecir que en cualquier momento podrían romperse como si fueran la rama de un árbol. Froté mi rostro con una de mis manos y ahogué un suspiro, mientras que la otra era puesta en mi rodilla, justamente en la de esa pierna que no dejaba de golpetear contra el piso como si fuera el baterista de una de aquellas bandas que mi mejor amigo suele escuchar.
Crují mi espalda antes de acomodarla en la silla de mi escritorio, y como si fuera poca mi incómoda posición y aquella ansiedad inyectada en mis venas, bebí del café ya frío y piqué mi mejilla con la punta de mi lápiz. Intenté concentrarme en mi tarea, lo cual era inútil con las nubes pintadas de aquel vibrante arrebol que el sol desprendía. Miré hacia mi ventana, cerrando los ojos cuando el viendo azotó mi rostro de forma desprevenida.
Me sobresalté al escuchar a alguien gritar mi nombre. Era mi madre. Volteé hacia la puerta que ahogaba el sonido de unos zapatos subiendo las escaleras. —Mija, ¿Puedo pasar? —me preguntó antes de abrir la puerta tras darle un simple sonido de afirmación. —¿Pasa algo? —miré con curiosidad su rostro indescifrable. Por lo general, siempre me cuesta adivinar qué tipo de cosas podría llegar a desprenderme. Jamás sabía si llegaba con el aviso de una bomba nuclear o cualquier otra fanfarronería de su consultorio.
—Bueno, no sé si ya lo notaste, pero... —se acercó hacia mí, girando mi silla hacia la ventana pegada a mi escritorio. Entonces mis cejas se arrugaron, porque me di cuenta de que la casa que estaba casi en frente a la mía, por fin prendió sus luces después de casi cinco meses —Tenemos vecinos nuevos —ella me miró con una sonrisa, y yo sabía que estaba esperando una reacción o el mínimo gesto que demuestre cualquier emoción zalamera.
—¿Y ya sabes de ellos? —no tenía palabras para responderle, así que intenté indagar para ocultar a la vertiginosa emoción de verme obligada a convivir de nuevo —No. De hecho, no me han contado mucho —puso su mirada café en el camión de mudanza que, a mi parecer, podría iluminar fácilmente dos autos enteros.
—¿Mucho? —despegué mi vista encandilada para ponerla en el rostro de mi mamá, quien seguía analizando a las personas que continuaban bajando cajas —Sí, me han dicho algunas cosas interesantes —un bufeo desprevenido salió de mis labios y reí al sentir un golpecito en mi hombro —Me dijeron que vienen desde Reino Unido, y que al parecer tienen mucho dinero —Me sentí confundida, ¿Por qué alguien de un lugar como ese, y además rico, tendría que llegar hasta acá? Tal vez las circunstancias habrían sido muy... Singulares.
Realmente me costó encontrarle algo interesante a los pocos datos que había soltado de ellos; datos que obviamente habían pasado antes por las pesadas lenguas de mis vecinas.
Mi vista se dirigió inmediatamente a la ventana de nuevo al escuchar la llegada de un auto crujiendo las hojas regadas por el estacionamiento. Un Mercedes plateado se había puesto detrás del camión. Tal parecía que los vecinos en realidad habían llegado mucho después, o quizás y simplemente habían dado un paseo y yo ni cuenta me di por haber estado como un roedor en su madriguera. Volví a ver mi tarea, en la cual había un dibujo a un costado.
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𝘖𝘭𝘰𝘳 𝘢 𝘓𝘢𝘷𝘢𝘯𝘥𝘢 [Lumity Fanfic]
Fanfiction"Luz contaba e ilustraba los días de otoño como gélidos y muy anaranjados; con olor a chocolate, canela y tarta de calabaza. Hasta que Amity, una joven que para todos era vista con ojos curiosos y especiales; por diversas y necesitadas razones se ha...