C A P Í T U L O 4

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Jared

Una maldición me hizo alzar la mirada para fijarla en mi gemelo, que estaba al otro lado de la habitación, observando la pared frente a él con la mayor expresión de aburrimiento de su vida.

—Quiero ir de nuevo al parque de diversiones. —El deje de capricho en su voz me hizo sonreír.

—Fuimos ayer, James.

Busqué mi libro de texto en el bolso y lo abrí en la página en la que había quedado la última vez que lo ojeé para retomar la lectura.

—Aun así quiero volver. —James se volteó sobre la cama y buscó una pequeña pelota de goma en el primer cajón de la mesa de noche que ambos compartíamos y que estaba en medio de nuestras camas—. Además, Alisson y Stephen estuvieron actuando raro. No dejaban de secretear entre ellos.

La mención de aquello me hizo recordar las intenciones de mi hermana.

—Alisson había comentado en el desayuno que quería hablar con Stephen —murmuré distraídamente, sin ser capaz de pasar del primer párrafo de lectura.

Mi mente estaba dispersa, ni siquiera podía concentrarme.

—¿Sobre qué? —cuestionó con sospecha.

—No lo sé, pregúntaselo a ella.

El silencio que se extendió por el cuarto después de eso me hizo suspirar de alivio porque ahora podría leer el libro con tranquilidad. Estudiar en la casa era complicado cuando James estaba alrededor y se encerraba en el cuarto conmigo. Cuando no quería que jugáramos, conversaba sin descanso, y aquello no me permitía avanzar.

Lamentablemente yo no era un súper dotado como él y debía esforzarme mucho por aprender aquellas cosas que él dominaba con facilidad. Por eso no le dedicaba tanto al estudio como yo.

—Jared, ¿qué crees que quiera Michael con nuestro hermano? —preguntó James mientras lanzaba la pequeña pelota de goma hacia el techo.

Cerré mis ojos, dejé el libro de lado y exhalé con fuerza, asumiendo que no podría estudiar, porque mi mente estaba en todas partes menos en la guía del texto que el profesor de Psicología general I nos había facilitado para la materia.

Hubiese sido más fácil que lo único que estuviese quebrantando mi concentración fuese la voz de James haciendo preguntas o comentarios sin parar. El problema era que la verdadera razón por la que mi mente estaba tan dispersa era por esos ojos azules como el hielo pertenecientes a aquel chico cuya agenda devolví tras recogerla en la calle.

Al principio no le tomé mayor importancia como me ocurría con todas las personas a las que conocía y carecían de importancia en mi vida. Ni siquiera cuando cayó en medio del salón de clases tuvo relevancia para mí.

El problema real vino cuando chocó conmigo en medio del estacionamiento y luego me detuvo con nerviosismo para agradecerme por el asunto de la agenda que ya había quedado en el olvido. Fue la mirada dulce en aquellos ojos azules como el hielo lo que me hizo mirarle más de lo debido, producto de la impresión que me generó.

No fue hasta ese momento que le detallé ante mí y fui consciente de cada uno de los atributos que tenía. No fue hasta ese instante que topé su presencia en los lugares menos esperados, como aquella mañana en la biblioteca que intentó ocultarse de mí para que no notara su presencia.

El recuerdo casi me hace sonreír.

—... y no lo sé, ese chico es raro, no deja de perseguir a mi hermano a todas partes y su actitud comienza a molestarme. —La voz de James sonaba lejana mientras seguía dándole vueltas al asunto con Derek—. Jared, ¿me estás escuchando?

El enigma de Derek  [P#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora