Capitulo 5. Adiós

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Pasaron dos semanas desde aquella promesa en la fogata.

Muchas cosas habían cambiado y la mayoría para bien. En este tiempo papá y Stiles, a pesar de estar pegados básicamente todo el día (e intento decirlo en un buen sentido) no se olvidaban de que yo existía.

Desayunábamos juntos, lo cual era sorprendente considerando la mala relación que papá tenía con el hecho de despertarse temprano.

Stiles me relataba sus misiones con el FBI y papá intentaba censurarlo cada vez que algo no correspondía con lo que un chico de catorce años debía escuchar.

A veces pasaban por mí a la salida de clases, viajábamos en el Jeep de Stiles al acantilado de Beacon Hills, acampamos ahí todo el fin de semana. Solía dejarlos solos por unas horas, porque lo merecían, y no quería quedar traumado si veía algo indebido (en especial porque el cuello de Stiles siempre tenía marcas de colmillos o al menos un color rojizo).

Veíamos películas, papá recostado en el sofá mientras acariciaba el cabello de Stiles, yo en el otro sillón con dos tazones de palomitas porque ellos siempre las desperdiciaban.

En las tardes aun acompañaba a papá a su trabajo, éramos solo nosotros por un par de horas donde me ayudaba con mi tarea, aunque tenía que repetir desde cero las preguntas que él hacía, ya que, resolver ecuaciones de segundo grado y algoritmos no estaban dentro de su catálogo de habilidades.
Solo lo dejaba ayudarme, porque era nuestra rutina, además de que eso lo hacía feliz.

Esa misma semana Laila, Jonathan y yo tuvimos que hacer un proyecto para la clase de economía, algunos informes sobre el tema a nuestra elección. Laila decidió que nuestro grupo se encargaría del presupuesto de una red de internet para un edifico de departamentos, nosotros no queríamos contradecirla así que solo le hicimos caso.

Papá y Stiles estuvieron en casa vigilándonos ese día, porque no dejarían a tres adolescentes solos en un espacio pequeño (como si ellos no hubieran vivido eso de jóvenes).
Ese fue el día en el que descubrí porque a papá no le caía bien Laila, quien en palabras de Stiles le recordaba mucho a su ex novia, una banshee pelirroja.

En cuanto a Jonathan, solo diré que al estar tanto tiempo rodeado de papá y cierto agente del FBI (según él ambos muy sexys), el rojo de sus mejillas no desapareció hasta veinticuatro horas después de terminar el proyecto.

Esa noche los cinco comimos pizza antes de ir a dejar a mis amigos a sus casas...

Al vivir con Stiles pude confirmar un lado suyo del cual solo escuché en historias que el sheriff, Peter y mi padre solían contarme.
Historias del Stiles paranoico.

Estaba por acostarme a dormir después de pasar el último nivel de mi videojuego favorito, cuando Stiles entró a mi dormitorio a desearme buenas noches (algo que hacía con frecuencia), pero antes de eso, cuando ya me había arropado, se sentó en el borde de mi cama y me hizo prometer algo muy raro. Que en caso de una emergencia escaparía al taller de autos a esconderme en el sótano de dicho lugar, ante su cara de insistencia solo pude decir que sí, en especial porque papá se apoyó en el marco de mi puerta y no parecía tener ganas de contradecir a Stiles...

Pasaron dos semanas donde vivimos como una familia, disfrutábamos la compañía del otro compartiendo una vida cotidiana que para algunos era aburrida, para mí lo era todo.

Fueron días donde la llama que sentía se fortalecía cada vez más, quería cantarle a la luna, aullar a todo pulmón. Es más, podría jurarles que vi en el espejo como mis ojos se volvieron dorados por unos segundos, pero no estaba al cien por cierto seguro, tenía mucho sueño ese día.

Pasaron dos semanas.

Catorce hermosos días, antes de que todo comenzara a desmoronarse...

– Te echaré de menos, Stiles – dije.

Promesa de un padreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora