Capítulo N°11: Confesionario.

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—¿Y esto ahora por qué?

No es muy común que te den una bofetada sin un motivo aparente, a menos que estés en una telenovela venezolana.

— No me faltes el respeto — me dijo con un tono de superioridad — nunca más me vuelvas a ofrecer nada que pertenezca a las mujeres con las que tienes sexo.

— Solo quería ayudar, pero ya olvídalo — respondí resignado.

Ella se giró y miró fijamente el sofá.

— Huele a ti.

— ¿Cómo? — No entendí a qué se refería.

— El sofá, huele a ti.

— ¿Y tú eres experta en reconocer olores ajenos ahora, cómo sabes a qué huelo niña?

Sonrió con malicia.

— Soy la Sherlock Holmes de los aromas, y tú eres mi caso más intrigante, Ander — me acarició la cara con delicadeza — el más interesante.

Podía sentir su aliento a menta mezclado con alcohol en mi cara.

— ¿Me estás tirando los trastos o es la intoxicación hablando?

— Oh no no no, no te emociones tanto, guapo.

Tú fuiste la que mencionó su interés en mí.

— Claro, pero me refería más al misterioso motivo por el que visitas a mi abuela. Pareces tan normal y desinteresado, solo preocupado por tu moto y tus noches de pasión desenfrenada con cualquier chica que se te cruce —se mordió el labio— Pero el hecho de que visites a mi abuela indica que...

— Indica que deberías dejar de meterte en donde nadie te ha llamado, Pequeña.

Hizo una mueca de desaprobación.

— ¡Qué grosero eres! Además, crees que eres un misterio, ¡pero ya sé por qué vas al psicólogo!

Crucé los brazos y sonreí, intrigado por sus conjeturas.

Sorpréndeme. Dime por qué visito a tu abuela.

— Es evidente —exclamó teatralmente—. Una persona que tiene encuentros sexuales con desconocidas debe de tener algún problema mental.

Reí ante su absurdo comentario.

— Por supuesto, eso debe ser.

— Oye, ya que estamos — frunció el ceño — ¿No quisieras hacerme el daño a mí?

—¿Qué?

Mi corazón se aceleró. No esperé escuchar algo así de ella, ni siquiera en su estado de ebriedad, aunque debía de admitir que era la propuesta sexual más original que me habían hecho.

— Estás loca niña, solo tendría sexo con alguien ebrio si yo también lo estuviera.

— Oh, ¿de verdad? Porque veo botellas de whisky por allá en la barra —señaló el pequeño bar que tenemos Gonzalo y yo—. ¿Por qué no te emborrachas mientras yo empiezo a desnudarme?

— Pequeña, no voy a tener sexo contigo, no seas loca, y luego soy yo el que tiene algo mal en la cabeza.

Daikar nunca dejaba de sorprenderme, siempre me salía con una ocurrencia nueva que me dejaba perplejo, es el tipo de persona al que nunca terminas por conocer.

PerenneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora