17: Danzas

515 49 46
                                    

El resto de la velada consistió en un desfile interminable de caras desconocidas que se dedicaban a felicitarme por mi reciente y público compromiso

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El resto de la velada consistió en un desfile interminable de caras desconocidas que se dedicaban a felicitarme por mi reciente y público compromiso. No recibí ni una sola disculpa por parte de nadie.

Lord Bairon se había esfumado del lugar tan pronto como la noticia lo había eclipsado.

Madre no había dejado de sonreír ni un solo momento, pese a que, al conocerla, supiese que tras su rebosante felicidad por ver cumplido uno de sus mayores deseos; se escondía una amarga charla que no estaba preparada para tener.

Wendy no era capaz de despegar su azulada mirada de mí, intentando discernir si había perdido por completo la cabeza o si, de verdad, sentía algo por el hombre al que me hallaba agarrada que a ella se le hubiese pasado por alto.

Eric, por supuesto, se encontraba haciendo un magistral despliegue de modales frente a todas las parejas, lores y ladies que se pavoneaban a nuestro alrededor. No comprendía cómo era capaz de guardar las apariencias incluso cuando se había sometido, voluntariamente, a aquel suicidio; tampoco entendía el afán de heroicidad que lo poseía en los momentos de mayor presión.

Si tan solo hubiese mantenido la boca cerrada, hubiéramos podido resolver la situación de otra manera, sin embargo, bajo su masculino y egocéntrico punto de vista, seguro que ni siquiera había barajado la posibilidad de que yo hubiese sido capaz de idear un plan alternativo.

Bajo su arrogante perspectiva, era mucho mejor arrastrarnos a un matrimonio que ninguna de las partes deseaba. Ni siquiera me había concedido la posibilidad de elegir, de decir que no; puesto que, al encontrarme en una situación tan delicada, si lo hubiese rechazado, no hubiese si no reforzado la idea de que los rumores de lord Bairon eran genuinos.

Debía admitir que el anillo que en ese momento decoraba el dedo, que había comenzado desnudo la velada, era precioso. Pese a esto, el dorado metal que enmarcaba la gema ardía sobre mi piel, al no ser capaz de verlo de otra manera que como una sentencia de muerte. Además, la incertidumbre de por qué Eric, tan convenientemente, había llevado encima tal joya me estaba desgastando los nervios.

—Margot, déjame explicarte... —susurró mi acompañante, en un vergonzoso intento de llamar mi atención.

—No hay nada que explicar —le interrumpí de inmediato, sin dejar de proyectar la inmensa felicidad que me causaba el estar a su lado—. Y, por favor, no pierda las formas conmigo, milord.

Todo su gran cuerpo se tensó al escuchar la última palabra salir de mis labios.

Permanecimos en un tenso silencio, que solo era interrumpido cuando alguien charlaba con nosotros, hasta que los invitados comenzaron a marcharse de la casa de lady Norfolk. Entonces, mi madre, que se había mantenido al margen, se acercó a nosotros.

—Supongo que la noticia le ha pillado tan de sorpresa como a nosotras, lord Beckford. —Sus verdosos ojos resplandecieron, a la vez que elevaba la barbilla con sutileza, indicando que no estaba del todo satisfecha con la situación—. ¿Le importaría acompañarme un momento para charlar?

Un vals a medianoche | Gemas LondinensesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora