Capitulo 1. La llamada

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"Quiero unas vacaciones de mi propia cabeza". Addison no sabía en qué momento había llegado a ese punto, pero su vida se había visto arrastrada por una corriente turbulenta de trabajo, entrenamientos y estudios. Ni siquiera recordaba la última vez que había dormido más de cuatro horas o se había tomado un día para descansar. Sus días favoritos. Los que ya no quedaban. Mientras esperaba por su café se observó en el espejo. Su cabello recogido en dos trenzas. Su camiseta de Hannah Montana y sus jeans le parecieron la opción perfecta para un día como aquel. Llevaba unos días sumergida en la lectura de cientos de casos violentos, que aunque no quisiera, a veces le pasaba factura. Así que llevar su camiseta favorita al trabajo se había convertido en una de sus pequeños hobbies. Sus ojos verdes estaban hinchados, y un poco hundidos. Sus labios estaban hinchados, y también estaba pálida. Desde luego, no era su mejor momento.

Desde que se mudó a D.C. hacía cinco meses, sabía que sería duro. Pero estaba acostumbrada a que lo duro le resultara fácil. O quizás había hecho todo más complicado de lo necesario para que le resultara familiar. Lo único que tenía claro era que quería dejar de pensar, al menos por un momento.

Recogió su latte para llevar, despidiéndose del barista con una amable sonrisa. Consideró brevemente llamar a la Dra. Wilson y decirle que se sentía mal, que no estaba en condiciones de ir al laboratorio. Imaginar la cara de espanto de la doctora al ver los huesos contaminados por sus posibles estornudos le sacó una carcajada. Definitivamente, tenía que ir al laboratorio. Pero no le apetecía seguir leyendo o entrevistando sobre lo retorcida que puede ser la mente humana. "Si pudiera disociar mis emociones, me iría mucho mejor en la vida", pensó.

El paseo desde su cafetería favorita hasta el Smithsonian era un poco largo pero agradable. Había un parque y callecitas llenas de tiendas y cafés preciosos. A ella le gustaba ponerse música y disfrutar de las cosas bonitas de la vida. Le gustaba imaginar muchas cosas, a veces estúpidas y otras no tanto. Sin embargo, el sonido de llamada característico de su madre la sacó de su ensoñación.

-Buenos días, madre. Lo que sea, la respuesta es no -bromeó Addison, haciendo un guiño a la frase que había escuchado 18,250 veces en un periodo de diez años cada vez que se dignaba a llamarla.

-Una ya no puede llamar a su hija favorita por gusto -se quejó su madre en un falso tono jocoso. Addison podía escuchar perfectamente la cantidad de horas que había llorado desde que la vio anoche-. ¿Cómo estás, cariño?

-Debería preguntarte lo mismo. ¿Acaso has dormido algo? -le respondió Addison. No podía quejarse, volver a vivir cerca de su madre en momentos como estos eran una de sus motivaciones principales para no caer en un bucle psicótico.

-Pues lo mismo que tú todos los días, y no te lo pregunto con ese retintín -se quejó su madre, aunque Addison estaba segura de que estaba sonriendo un poquito-. ¿Tienes planes esta noche?

"Lo sabía" pensó Addison para sí misma. Anoche había visto a su madre para una sesión de vino y lloros con un toque de niñera, porque su hermano de cuatro años se despertó en medio de un momento bastante dramático. No había ninguna necesidad de que la llamara. Era imposible que su padre hubiera arruinado más las cosas en el tiempo que habían estado separados-. ¿Qué me vas a ofrecer? -añadió en voz alta, intentando evitar que se volvieran a agrupar sentimientos desagradables en su pecho.

-Esta noche va a venir tu padre para poder explicarle la situación a Jack -dijo su

madre. Addison no pudo contener un suspiro. No solo se le rompía el corazón al pensar en lo confuso que estaría su hermanito durante un tiempo, sino que también sabía por dónde iría la conversación-. Me gustaría que vinieras.

-Mamá, no me he pasado cinco meses evitándole para ahora aparecer en casa -replicó Addison. No es que no hablara con su padre, simplemente prefería mantener el intercambio de información sobre su vida con él al mínimo. Sabía que él era consciente de que ella se había decantado por la investigación y que se había mudado para estudiar junto a la Dra. Wilson durante doce meses. Sin embargo, había conseguido convencerlo de que era en Nueva York y no en D.C. Y sí, por supuesto que lo llamaba religiosamente una vez a la semana, pero eso era todo. No podía soportar más ansiedad y tristeza en su vida, y eso es lo único que su padre traía consigo.

-En algún momento tendrá que saber que estás viviendo aquí y de paso verte -dijo su madre, haciéndola sentir un vuelco en el corazón. Pero ya no le sorprendía. Durante quince años de sus veinticinco, su padre había sido su mejor amigo. Y no lo decía por decir. Era literalmente su mejor amigo. Hacían todo juntos, excepto ir al colegio o trabajar. Y cada día que no estaban juntos, le dolía. -El también se merece tu apoyo-Apretó los labios para atrapar otro suspiro. No sabía hasta qué punto podría ayudarlo cuando ya no sentía que lo conociera.

-O no -respondió Addison, retorciendo sus manos. A lo lejos, ya podía ver el laboratorio e inconscientemente aceleró el paso.

-Es tu padre -le recordó su madre.

-Y te estás divorciando de él -dijo Addison, sin saber por qué estaba siendo tan innecesariamente cruel hoy. Se arrepintió en el momento-. Lo siento, eso ha sobrado.

-Porque me siento más sola con él que sin él, no porque sea una mala persona, Addie -explicó su madre, y Addison casi pudo ver cómo se le aguaban los ojos mientras cruzaba el portal de entrada al complejo. Sabía que era verdad, sin embargo no podía evitar sentir que el divorcio de sus padres era un argumento a su favor en su decisión de mantener a su padre alejado de su vida - Y sé que te gusta pretender que estás bien con el hecho de que nos vayamos a divorciar, pero no lo estás. Por favor, ven esta noche.-El tono de súplica de su madre estuvo a punto de romperla.

-¿Te conformarías con un quizás? -le preguntó Addison, intentando por todos los medios no dejar escapar a esa parte venenosa de ella que a veces se apoderaba de su lengua cuando el mundo le pesaba demasiado. O llorar, que era la otra opción-. Estoy llegando al trabajo -añadió como incentivo. Sabía que su madre podía ser muy insistente y profundamente emocional cuando quería algo de ella. Era una experta manipuladora.

-Voy a preparar lasaña -maldita sea- Te estaré esperando -dijo su madre. Addison ya lo había imaginado. Intentó sonreír al personal de seguridad, pero estaba convencida de que solo fue una mueca-. Que tengas un buen día en el trabajo, mi amor. Te quiero -finalmente, una sonrisa genuina se formó en los labios de Addison. Al final del día, esa mujer era una de las pocas cosas que la mantenían cuerda y humana.

-Y yo a ti, mamá -le respondió antes de colgar. Mientras guardaba su móvil, se fijó en su fondo de pantalla: una foto de su hermanito Jack con una capa de superhéroe. Al final, tendría que ir...

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