¡No es lo que usted cree, Abuela!

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Iruka: ¿Me llamaba?

Tsunade: Acércate. Mírame de frente y contesta sin vacilar. ¿Qué me andas ocultando todos estos días?

Iruka: ¿Yo?...

Tsunade: Los dos.

Iruka: ¡Abuela!...

Tsunade: Sin desviar los ojos. ¡Contesta!

Iruka: No la entiendo.

Tsunade: De sobra me entiendes, y es inútil seguir fingiendo. Comprendo que es una confesión demasiado íntima, quizá dolorosa; pero no te estoy hablando como una abuela a un nieto. Hablemos como dos personas, Iruka ¿qué pasa entre mi nieto y tú?

Iruka: Por lo que más quiera ¿qué es lo que está sospechando?

Tsunade: No son sospechas, hijo, es la realidad. Esta mañana, cuando Karura subió el desayuno, tú estabas dormido en tu cuarto solo. Mi nieto estaba durmiendo en la habitación de al lado. ¿Puedes explicarme qué significa eso?

Iruka: — Aliviado responde — ¿Lo de las habitaciones?... ¿Y eso era todo? — Ríe, un poco nervioso.

Tsunade: No veo que tenga ninguna gracia; al contrario. ¿Esa misma risa nerviosa, no quiere decir nada?

Iruka: Nada. Es que me hablaba usted en un tono... como si hubiera descubierto algo terrible.

Tsunade: ¿Te parece poco? Por lo pronto, un matrimonio que duerme separado es una inmoralidad. Pero puede significar algo peor: un amor terminado.

Iruka: ¡Pero no, abuela! ¿Cómo puede ni pensarlo siquiera?

Tssunade: ¿No tendría motivos?

Iruka: Ninguno. Simplemente lo que pasa es que por la ventana del jardín entran mosquitos. Mi esposo no puede resistirlos.

Tsunade: ¿Y tú sí? ¿Qué matrimonio es éste que se deja separar por un mosquito?

Iruka: No era uno, ni dos, ni tres. ¡Era una plaga!

Tsunade: ¡Ni aún así! ¡Cuando yo tenía tu edad no me hubieran separado de mi marido ni las diez plagas de Egipto! Tienes que prometerme que no volverá a ocurrir.

Iruka: Pierda cuidado. ¿Pero qué importancia tiene una separación de momento?

Tsunade: No es un momento lo que me preocupa; son todos los minutos de toda la vida. Cuando se llega a mi edad ya no hay más felicidad posible que presenciar la de los otros; y sería muy triste que por verme feliz a mí estuvierais fingiendo algo que no sienten entre ustedes.

Iruka: ¿Ha llegado a pensar que mi esposo y yo no nos queremos?

Tsunade: Delante de mí, demasiado; pero después... Ayer cuando tomabais el té en el jardín yo estaba en la ventana. Ni una mirada ni una palabra entre los dos; él pensando en sus cosas, tú revolviendo tu té con los ojos bajos. Cuando fuiste a tomarlo ya estaba frío.

Iruka: Un silencio no quiere decir nada. Hay tantas maneras de pasar tiempo juntos como pareja, que aveces no son necesarias las palabras, simplemente nos basta con la compañía mutua.

Tsunade: ¿Podrías jurarme, con la mano en el corazón, que eres completamente feliz?

Iruka: ¿Por qué me lo pregunta?

Tsunade: No sé... hay algo raro entre vosotros. Te noto acobardado delante de él, como si él fuera el que manda. Y en el verdadero amor no manda nadie; obedecen los dos.

Iruka: ¡Mi esposo es tan superior a mí en todo! No necesita mandar para que yo sea feliz estando a su lado.

Tsunade: Malo es que lo pienses, pero por Dios que no lo sepa él o estás perdido. Siempre se ha dicho que el amor es un poco como esos carritos chinos: uno muy cómodo, sentado dentro, y el otro tirando. Por lo visto esta vez te ha tocado a ti tirar el carrito.

Iruka: ¡Y qué importa, si es mío lo que va dentro! Ojalá fuera más pesada la carga y más duro el camino para ser realmente digno a la llegada.

Tsunade: ¡Pero qué estás diciendo! Hablas de tu marido como si no fuera tuyo; como si tuvieras que ganártelo aún.

Iruka: Es que usted no puede imaginar todo lo que es su nieto es para mí. Es más que el amor, es la vida entera. El día que le conocí estaba tan desesperado que me habría dejado morir en un rincón como un perro con frío. Él pasó junto a mí con un ramo de rosas y una palabra; y aquella palabra sola me devolvió de golpe todo lo que creía perdido. En aquel momento comprendí desde dentro que iba a ser suyo para siempre, aunque fuera de lejos, aunque él no volviera a mirarme nunca más. ¡Y aquí me tiene, atado a su carro, pero feliz porque es suyo!

Tsunade: ¿Tan loco estás, hijo?

Iruka: Si la locura es eso, bendita sea la locura. Benditos los ojos que me miran aunque no me vean. Bendita su mano en mi cintura aunque no sea más que un sueño. Escuche, abuela... — Iruka se arrodilla a su lado. — El otro día me preguntaba usted por qué no quería hablar otro idioma que el de mi esposo. ¿Comprende ahora por qué? Un idioma no son las palabras, son las cosas, es la vida misma. Cuando yo era niño mi madre me decía "querido"; era una palabra. Cuando iba a la escuela la maestra me decía "querido"; era otra palabra. Pero la primera vez que mi esposo, sin voz casi, me dijo "¡querido!", aquello ya no era una palabra: era una cosa viva que se abrazaba a las entrañas y hacía temblar las rodillas. Era como si fuera el primer día del mundo y nunca se hubiera querido nadie antes que nosotros. Por la noche no podía dormir. "¡Querido, querido, querido!..." Allí estaba la palabra viva rebotándome en los oídos, en la almohada, en la sangre. ¡Qué importa ahora que su nieto no me mire si él me llena los ojos! ¡Qué importa que el ramo de rosas siga diciendo "mañana" si él me dio fuerzas para esperarlo todo! Si no hace falta que nos quieran... ¡si basta querer para ser feliz, abuela, feliz, feliz!... — Sin darse cienta ha ido exaltándose con sus propias palabras hasta terminar llorando en el regazo.

Tsunade: Basta, criatura, basta. La verdad es que no sabe una que pensar en estos momentos. Hace un momento tenía la preocupación de que no le querías bastante y ahora casi me da miedo verte quererle tanto. Pero de esto ni una palabra a él, ¿lo oyes? Aprovecha ahora que eres joven para subirte al carro; y que tire él un poquito, él ha cambiado desde que se fue de aquí, y se que es lo  suficiente fuerte para hacerlo. — Vuelve Kakashi. Iruka se levanta.

Kakashi: ¿Confidencias de suegra y nuero? Malo para el marido.

Tsunade: ¿Por qué supones que estábamos hablando de ti? ¿No hay otras cosas de qué hablar en el mundo?

Kakashi: Desde luego, y mucho más importantes. ¿Puedo saber cuáles?

Iruka: No vale la pena; solo estaba platicando con ella sobre el lugar en que debía trasplantar estas hortensias.

Kakashi: Me lo imaginé. Luego se pondrán a hablar de trapos; seguro.

Tsunade: Seguro. Dios te conserve el olfato, hijo. A los hombres tan inteligentes como tú no les vendría mal de vez en cuando bajar de las nubes... — Mira a Iruka — y darse una vuelta por esta pobre tierra.

Kakashi: ¿Iruka te ha dicho algo contra mí?

Iruka: Al contrario; le estaba contando todo lo feliz que soy contigo.

Kakashi: Ya. ¿Y por eso has llorado?

Tsunade: Algunas personas tienen una extraña manera de ser felices. Aprende tú, que estás demasiado acostumbrado a que todo te caiga de arriba. Y ojo cómo lo tratas en adelante, que no está solo; ahora ya somos dos. — Tsunade saca del armario una cajita de cartón Toma, hijo; por si te hace falta.

Kakashi: ¿Qué es esto?

Tsunade: Contra los mosquitos. — Sale al jardín.

Los árboles mueren de pie (Kakairu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora