Andrei
La brama rodeaba todo el espacio a mi alrededor, provocando que fuese casi imposible distinguir con claridad los objetos que me rodeaban. Sin embargo, a pesar de la escasa nitidez de mi visión, conozco de sobra el lugar donde me encuentro. He estado en este sitio tantas veces que ni siquiera la espesa neblina puede confundirme.
Alzo la vista y, donde se supone que debe de encontrarse el techo de la habitación, observo el hermoso pedazo de universo que se abre ante mis ojos. Las estrellas bailan de un lado a otro como si me ofrecieran un show personal; los astros se mueven y centellean intentando llamar la atención de mis pupilas. Por unos instantes, recordé lo mucho que adoro este sitio.
En esta habitación, en este lugar, no tenía que mentir. No era necesario engañar a mis seres queridos ni vivir guardando secretos que me atormentaban a cualquier hora del día. No era necesario encarar la mirada de mis mejores amigos y preguntarme porque no puedo tener una vida como la suya, o si acaso me estaba volviendo loco. Después de todo, ¿no pintaba Van Gogh sus hermosos cielos estrellados, que él consideraba verdaderos espirales, y el mundo lo tachó como demente?
Cada noche, desde que tengo quince años, soy capaz de vivir mis propias aventuras en sueños. Porque, a fin de cuentas, eso es lo que estoy experimentando: un sueño. Noche tras noche, al cerrar los ojos, estoy en esta habitación solo ocupada por una enorme cama. Este lugar es como estar en un mundo totalmente nuevo, donde las historias de fantasía son reales y los monstruos no se esconden debajo de la cama. Por el contrario, en ocasiones, puedo verlos a lo lejos, como si estuviesen a kilómetros de distancia. Aunque, en verdad, eran tan solo unos pocos metros. En otras oportunidades, notaba que las extrañar criaturas desarrollaban sus vidas en las paredes, como si estuviese viendo una proyección sobre un lienzo blanco o fuese un portal a otro mundo. Nunca me había acercado a ellos para ver si podía tocarlos, pero me encantaba observar como elementos de fantasía que solo veía en películas como «Harry Potter» o «Juego de Tronos» se manifestaban delante de mí.
Enormes dragones en tierras lejanas volando por los azules cielos, desplegado sus alas libres. Lobos que aullaban alegres a la luna llena; grandes felinos que corrían salvajes por las llanuras de tierras desoladas, pero que, al llegar a los poblados, se convertían en humanos fuertes y alegres. No obstante, algunas criaturas no eran tan encantadoras...
En algunas de las imágenes los notaba observándome; no podía evitar el temor que me recorría el cuerpo al chocar con sus miradas. Sus ojos eran de un carmesí puro, como la sangre de una herida recién abierta; sus figuras eran difusas, entremezcladas con sombras que provocan que sus pieles luzcan negras, como si hubieran salido de las entrañas del mismísimo infierno. Me hacen sentir nervioso, ansioso; pero incluso todo ello era mejor que mi realidad.
Sin embargo, nada de ello era lo mejor de vivir mis sueños. El verdadero motivo por el que anhelaba llegar a este sitio noche tras noche era ¨él¨.
No han sido pocas las ocasiones en las que he tenido miedo a despertar y no poder recordar mis propios sueños. No quiero olvidar que siempre que llego a mi cama y cierro los ojos este misterioso hombre está aquí esperándome.
—Andrei —susurró la gruesa voz desde la cama a mis espaldas.
Di media vuelta para contemplar la musculosa figura que me observaba envuelto entre las sábanas. Su piel era bronceada y recubierta por miles de tatuajes que adornaban su pecho, brazos y espalda; la tinta conformaba intrincadas imágenes de ángeles y palabras en otros idiomas que yo, simplemente, no era capaz de comprender. Su rostro se hallaba recubierto por una barba bien cortada, sus pómulos marcados y sus ojos de una tonalidad color miel que no había visto en ninguna otra persona en toda mi vida.
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El Pecado de mis Sueños [#1 Pecados Capitales-BL]
Romance¨La avaricia, sin duda, es uno de los signos más auténticos de la infelicidad profunda¨. Franz Kafka