Andrei
El último astral había poseído poderes únicos en el universo, de esos que se adquieren con la práctica de varios siglos de vida. Magias ancestrales que, ahora en la actualidad, solo se asociaban a antiguos cuentos de hadas o a mitos sobre viejos dioses. Era un caminante de sueños, capaz de ver el pasado y el futuro, de abrir las puertas a otros universos; al cielo y al infierno. No es de extrañar que, antes de morir, profetizase la nueva guerra; una tan poderosa que podría acabar con el mundo conocido. Una que comenzó su cuenta regresiva con mi nacimiento...
Sin embargo, tal magia me llevaría siglos entenderla. Significaría un tiempo con el que no contamos y, por ello, estuve dispuesto a este plan de Mateo. Cuando la pequeña embarcación en la que realizábamos el viaje se detuvo en la entrada de una cueva, no tuve dudas en seguirle. Sé que no tenía motivos para confiar en él. ¡Joder!, incluso puedo decir que el resto de Pecados, quizás, me diría que Mateo guía sus acciones por venganzas hacia Dimitri, hacia la Ira que representaba. No obstante, cada vez que miro los ojos nacarados del hombre una cosa tengo clara: No solo la ira habita en su mente; quiere evitar esta guerra tanto como el resto.
Sus acciones y emociones, ya eso es un asunto distinto.
La gruta era oscura; sin embargo, en cuanto el Pecado de la Ira puso un pie en ella, variadas antorchas comienzan a encenderse mostrándonos un camino.
—¿Dices que es seguro? —pregunté mientras avanzaba a lo que parecía ser un laberinto bajo tierra.
A pesar de la poca iluminación en el entorno; pude ver en las pupilas del hombre el destello de la añoranza, como si un viejo recuerdo pasara por su mente al contemplar el lugar. Mientras íbamos descendiendo, parecía como si entrásemos a un nuevo mundo olvidado en el infierno; hojas y enredaderas se esparcían por el suelo, abriendo el paso a un paisaje totalmente distinto. Como creado de una ilusión, otro bosque se revelaba ante nosotros con una pequeña cabaña en el centro de este y un lago a su costado.
—Créeme, si no lo fuera, yo estaría muerto hace mucho. —responde el Pecado cuando pensé que ya no lo haría. Su mirada sin apartarse de la rustica imagen ante nosotros
—Nunca imaginé que pudiera existir un lugar así aquí abajo.
—No se supone que exista, este sitio lo construí yo. —Me observa sobre su hombro—. Incluso los demonios necesitamos escapar del Infierno de vez en cuando y encontrar nuestro lugar seguro.
—¿Este era el tuyo?
—Lo fue, hace mucho. —carraspea su garganta para cambiar de tema—. No contamos con mucho tiempo cachorrito, ¿listo para entrar en el astral?
El interior de la cabaña estaba casi desolado; una cama, una vieja bañera de cobre, varias velas regadas por la zona y una chimenea eran los únicos elementos que llenaban el sitio. Cuando varios truenos parecieron resonar a la distancia, Mateo se detuvo de modo tenso, sus ojos mirando por la ventana, como si pudiera ver algo a la distancia más allá de la gruta.
—Queda poco tiempo.
Alzó su mano y, acto seguido, cada una de las velas inició a encenderse, iluminando todo a la redonda. De una pequeña bolsa que Mateo llevaba, sacó un mapa antiguo, casi desgastado. Algunos de los bordes amarillentos iniciaban a romperse, pero no cabe duda de que representaba los continentes.
—¿Cómo se supone que esto va a ayudarnos?
—Tú no puedes ver la profecía, pero hay seres que sí. Humanos que nacen con otro don especial; que pueden ver el pasado y el futuro casi sin entrenamiento ninguno. —Me miró directo a los ojos—. Necesitamos un oráculo, Andrei.
ESTÁS LEYENDO
El Pecado de mis Sueños [#1 Pecados Capitales-BL]
Romance¨La avaricia, sin duda, es uno de los signos más auténticos de la infelicidad profunda¨. Franz Kafka