Capitulo II

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La juventud de Kaine no es particularmente llamativa o sorprendente, claro, la historia de un pandillero que trata de hacer lo mejor por salir de su estatus de pobreza es algo repetido, tal vez esa fue la razón por la que no destaco mucho, ni en los deportes ni en los estudios.
Aparte de eso, lo único que le ayudaba a hacerse sentir como funcional era pelear con otros vagos como el, andar en moto y jugar al futbol, claro que ese tipo de vida no lo llevaría a ningún lado, menos cuando sus notas iban decayendo. Sus abuelos, que lo habían criado con tanto amor se mostraron enojados ante esto, no querían admitirlo, pero el chico era un vago.

-¡Che, para viejo! ¡¿Cómo me vas a mandar a laburar teniendo 14 años?! ¡Eso es un delito! – Protesto el castaño, que ya en esas épocas poseia una piel de color oliva y unas cejas bastante voluminosas que lo acompañarían el resto de su vida.
– ¿Y eso que me importa? ¡No estudias, no trabajas, no haces nada! ¡para colmo siempre volvés todos los días golpeado o tomado! ¿Vos te crees que tus padres, que en paz descansen, estarían feliz de verte asi?

Esas palabras detonaron en la parte mas profunda del chico de ojos marrones, frente a él, su abuelo ya un anciano de sesenta años lo miro furioso.

–Che, para un poco, ¿vos te pensas que podes venirme a hablar asi? ¡Ni sos mi padre viejo alcahuete! ¡No tenes derecho a decirme nada!  – Las palabras hicieron que el anciano abriera los ojos, con una expresión de pena y decepción, tal vez fue esa mirada la que estremeció el interior del castaño. Solto un suspiro y se retiró, su abuelo trato de frenarlo, pero solo recibió un empujon – ¡No me toques anciano!
Antes de que el canoso pudiera seguir hablando, Kaine corrió hacia afuera montándose en su moto y huyendo de la pequeña granja.

– ¿Martin? ¿Qué paso? – una mujer, de casi la misma edad del hombre asomo su cabeza.

–Tranquila, ire a buscarlo para hablar con el…– Mientras tomaba las llaves, el hombre cayo de rodillas, alertando a su esposa.

–¡¡Martin!!

. . .

Esa misma noche Kaine volvió con la cara hinchada, estaciono su moto en el granero y se acerco a la casa, haber tenido la cabeza metida en una pelea de pandillas no lo permitió notar la ambulancia, ni mucho menos notar a su abuela llorando.

. . .

Una perdida así no era fácil de afrontar, en un día estaba peleando con aquel vejete y al siguiente, estaba enterrándolo. Ese giro cambio la perspectiva de Kaine para siempre, no podía dejar que su abuela se hiciera cargo sola de la granja, no podía seguir así.
Mientras limpiaba las lágrimas que caían por su mejilla abrazo a su querida abuela mientras la lluvia descendía en ambos, los sollozos de ambos se unificaron en ese calido y pequeño abrazo.

A partir de ese día, su estilo de vida cambio, y mucho, levantarse a las 7 de la mañana para cosechar hasta las 12, donde entraba al colegio para salir a las 6 de la tarde, para después ir a entregar sus verduras a locales, y así, habría sido sencillo de ser buen estudiante, pero Kaine no era la manzana más brillante.

– ¡Oye, enano! – El chico de aspecto delgado grito mientras avanzaba hacia un chico de baja estatura y piel más oscura, quien levanto la mirada de un libro.

– ¿S-si? – pregunto tembloroso el adverso, acomodando sus anteojos.

– ¿Vos sos Alex, no? –Kaine  le mostro un examen, era una nota mala –Compartimos salón, soy el chico que quedo de curso.

–Oh…Tu eres Kaine, si, nos vimos algunas veces – Tomando la hoja entre sus manos, el pequeño leyó lentamente el contenido – tienes suerte, soy bueno en biología.

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