Capitulo V

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El inicio del viaje fue complicado, no por algo sobrenatural o algún ataque de un santo desconocido, sino porque ni Alex ni Kaine habían tenido un viaje largo pues los inconvenientes empezaron desde que llegaron a la estación de tren, la cantidad de gente yendo y viniendo mareaba a ambos quienes pese a vivir cerca de la ciudad jamás se habían topado con tanta aglomeración de gente, el mas pequeño solía recordar como su abuelo contaba que muchas veces eran lugares horribles llenos de humo y rateros pero ahora que lo veía de frente, no parecía tan así, por unos instantes distrajo su mirada, ojeando los pequeños locales fijándose en los periódicos, leer sin anteojos era algo que jamás pensó en tener puesto que desde pequeño había sido diagnosticado con un problema en sus ojos, especialmente en el izquierdo donde portaba su cicatriz de nacimiento. Pero la satisfacción no duro mucho cuanto leyó la primera plana.

"Ataque del Papa acaba con cientos de vidas", ver las fotos de los escombros de su ciudad provoco de nuevo aquel sentimiento ardiente en su pecho, uno que lo hacia ver la imagen del hombre que había matado a su abuelo. El sonido de los trenes hizo que volviera a la realidad, junto a las campanadas de los relojes que marcaban las 12 del mediodía, pasando sus manos por su cabeza dirigió su mirada a una de las vitrinas.

-Vaya, una biblia de All-mer... - Susurro con curiosidad mientras se fijaba en unos de los libros, uno de los mas gruesos.

-Oh, veo a un pequeño creyente creo yo... - Detrás de Alex vino una vos misteriosa y suave, cuasi feminoide que hizo que se diera la vuelta, frente a el había un hombre de cabellos azules y ojos rojos, algo inusual en aquellas partes del mundo. Pero lo que mas lo sorprendió fue que llevaba ropa de padre.

- ¡E-eh, bueno! Realmente es mi abuela la creyente...A inicios de este año su vieja biblia se rompió y pensaba en comprarle una nueva. – El pequeño negrito era incapaz de dirigir la mirada al hombre, quien soltó una carismática sonrisa.

- Debe ser una mujer muy afortunada de tenerte, ¿Cómo te llamas? - El hombre dejo su pequeña maleta a un costado mientras buscaba algo en sus bolsillos.

- M...Me llamo Alex, Alex Gratham Da Silva, ¡es un gusto! – con evidente nerviosismo apenas pudo ver bien a aquel hombre de cabello largo, había algo en el que se le hacia conocido.

- Bueno, Alex... - el hombre saco una pequeña biblia de mano, anoto algo y se lo ofreció. El chico Brakiano no pudo hacer mas que aceptar con vergüenza ante su falta de dinero – Espero que se la des a tu abuela, ¿estas con ella?

El chico negó mientras guardaba el libro en su mochila, agito la cabeza para poder observar al desconocido, quien tomo su maleta.

- Viajo...Con amigos. – Tras esas palabras, algo lo golpeo en la cabeza fuertemente, era el propio Kaine, quien lucía cabreado por su amigo.

- ¡Maldito enano, te estuve buscando por todas partes! ¿Vos sabes cómo me está puteando Reimu cuando no te ha visto? Ahora me ve como tremendo carae' pingo por tu culpa negro carnero – Dijo en pésima entonación en cada unas de sus palabras mientras observaba al chico sobarse la cabeza con lágrimas.

-Perdón, creo que fue mi error acercarme señor... ¿Puedo saber su nombre? – Cuestiono el padre.

-Kaine, y solo necesitas sabe' eso viejo afeminado, - Con su clásica altanería sostuvo a su amigo, obligándolo a caminar mientras se perdían entre la gente, sin embargo, Alex no pudo evitar volver la mirada hacia atrás para notar como el padre había desaparecido.

Reimu se hallaba esperando a los chicos al lado de un tren, Morry se centraba en un pequeño libro que leía, la mujer se mostro disgustada ante el pequeño escape del joven.

- ¿Qué fue lo que les dije cuando llegamos?

- Que...

- QUE NO TE SEPARARAS DE MI, ALEX. – El enojo de la sacerdotisa hizo incluso que bastante gente de alrededor se fijara en el grupo, los cuales al notar las miradas se vieron forzadas a entrar. Alex y Kaine fueron rápidos, entrando a una de las pequeñas habitaciones del vagón, Reimu se sentó al frente, acomodándose para empezar el viaje, aunque Morry no se mostraba cómodo.

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