Capitulo XII

22 5 0
                                    


Kaine caminaba por uno de los pequeños pueblos aledaños al santuario, llevaba una manzana en la boca mientras sus pasos eran tranquilos.

—Tal vez si juzgue mal este lugar — el castaño degusto su comida mientras ojeaba una de las mujeres de alrededor —, hey, que negrita linda.

El chico avanzo con cautela cerca de la mujer con un pequeño rubor y una sonrisa, en su mente ya se imaginaba con el cavader del papa a sus pies y siendo rodeado por mujeres como esa, una imagen mental que le daba un poco de emoción, cuando paso por un pasillo desolado fue que sintió algo. Volteo la mirada para ver a una figura encapuchada, por el nerviosismo casi cayo hacia atrás antes de inflar el pecho y toser.

—¡Jajaja! ¿Qué necesitas amigo? ¿No sabes que es ilegal acosar a las personas? — el castaño le sonrió a la figura, que solo contesto disparando desde sus manos una corriente gélida que fue eludida por el argentalio —, ¡wow! ¡Tranquilo!

—Acabare contigo, Kaine Parker — el misterioso hombre salto contra su rival, Kaine se movio hacia un costado, evitando un golpe de rodilla que congelo toda la pared detrás de él.

—Che, para, esa voz. ¡Sos un santo enemigo! — concluyo el muchacho.

—...Eres lento, ¿verdad? — hablo frustrado el otro.

—¿Y eso a que viene?

—Lance hielo de las manos, ¡obviamente soy un santo!

—Bueno, quien sabe, podías ser de otro grupo — bromeo el de cejas grandes, desesperando al encapuchado, quien lanzo una onda azul hacia su rival, levantando polvo y humedad por su ataque.

—¿Otro grupo? ¿en serio? — Mientras el flacucho eludía navajas de hielo creadas por el hombre, pero su atención se desvio al observar como una de estas se dirigía a un pequeño niño, que de pura casualidad había entrado a buscar su pelota. Antes de observar lo peor, una sorpresa lo inundo al notar como el filoso objeto se deshacía en el aire, el infante camino hacia sus amigos mientras un pasmado Kaine miraba a su atacante.

—Che, para un momento, ¿Por qué hiciste eso? — el joven bajo la guardia.

—Ya no sigo ordenes del papa — el desconocido fue contundente —, me uní a su causa porque creí que sería justa, pero mi di cuenta que un genocidio no es lo que quiero.

—¡Ah bueno! ¡Y de seguro decís eso después de la cantidad de gente que mataste, ¿no?! — el chico apretó sus dientes, forzando una sonrisa solo para no ahogarse en su propia rabia.

—No he venido a unirme ustedes, sin embargo, se bien que ustedes son un peligro para los mios — con esas palabras se dispuso a continuar su pelea. Kaine también iba a atacar, pero se detuvo al sentir una vibración en sus pies.

Alertándose por el origen de semejante movimiento saltaron, posicionándose sobre uno de los edificios, la gente huía atemorizada por criaturas de pelajes oscuros, seres semejantes a lobos y culebras de grandes dimensiones, algunos hombres yacían en sus piernas, los muertos que mordían no tardaban en levantarse, con sus pieles arruinadas y carcomidas, incluso los que estaban mutilados no se detenían, se movían con velocidad.

—¿Zombies? ¡Imposible, se supone que esto es tierra santa! — explico Kaine mientras apretaba sus dientes.

—Es obra del papa —interrumpio el contrario, quien revelo su rostro, era aquel rubio misterioso. Sus ojos eran intensos en azul, y su piel era de un tono oliva mas intenso que el del castaño, bronceado por el sol de las montañas de donde venia.

Con un movimiento se deslizo hacia las bestias, congelando en movimientos finos de elegancia a cada una de aquellas criaturas, atrapando sus fauces para después rompérselas como papel, desgarrando y dejando en blanco a los resucitados, mientras era rodeado, un rayo paso entre medio de los monstros, golpeándolos y enviándolos por los aires, donde eran rostizados.

Aureal TroopersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora