Capítulo I

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Capítulo I:

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CRÓNICAS DE UN SUICIDIO ANUNCIADO

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Ocuridad.

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Sakura.

A veces desearías que todo fuera un simple juego, esos que entretienen a los niños, esos que acabas cuando ya no te gustan, esos que reinicias y vuelves a comenzar, desde cero.

Sakura.

Pusiste un pie delante del otro, avanzando segura y con lentitud, como cuando eras pequeña y tu madre te enseñaba a caminar. Tus pies desnudos, cada vez quedaban de un color más pálido y hasta azulado al pisar la congelada nieve, ya hasta podías jurar no sentir lo dedos. Estabas desnuda y solo una vieja camisa masculina, color negro, cubría tu frágil y magullado cuerpo, la nieve se amontonaba sobre tus cortos cabellos rosados, formando una delgada capa color blanco, blanco inmaculado, el color de la pureza, de la salvación, el color que debería poseer tu alma pero no era así, esta estaba machada, destrozada, herida.

Respiraste profundo y el aire helado congelo tus pulmones. Subiste despacio al barandal de mármol, evitando perder el equilibrio, no miraste hacía abajo, solo al frente, observando desde arriba las luces de la ciudad, como estás contrastaban con el oscuro cielo.

Estiraste los brazos intentando volar, miraste los copos blancos caer y querías ser como ellos.

Uno, dos, tres.

Fue como si el tiempo se hubiera congelado y lo sentiste.

Te tiraste desde la cima del edificio.

Te sentiste volar.

Te sentiste libre.

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Esta es la historia de mi muerte. De todos los pequeños detalles que me llevaron a suicidarme ese día.

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Sakura.

No sabías dónde estabas o como habías llegado allí, estabas recostada en algo duro, no sabías que era ya que estaba oscuro, pestañaste varias veces pero no tenían ninguna venda sobre los ojos era así el lugar, la oscuridad total.

El cuerpo no te respondía y te dolía por sobre manera, tus brazos estaban entumecidos y a cada lado de tu cuerpo.

Sakura.

Un escalofrío recorrió tu cuerpo al escuchar esa dulce y tierna voz cantar tu nombre. Solo que está voz terrorífica era la suya.

Sakura.

Podías sentir las frías yemas de sus dedos recorrer tus piernas desnudas, intentaste moverte pero tu cuerpo no quiso responder, intentaste gritar pero tenías la garganta seca, intentaste correr, golpearlo, huir, cualquier cosa pero nada de eso ocurrió. Continuaste allí, recostada, sintiendo como poco a poco subía por tu cuerpo desnudo, no veías nada pero sentías el calor emanar de su cuerpo.

―No, no. No, por favor― Rogaste y como respuesta recibiste una carcajada burlona.

Te desgarraste, suplicaste, rogaste por ayuda, pero nadie te ayudo.

Crónicas de un suicidio anunciado. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora