Capítulo III

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Capítulo III:

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CRÓNICAS DE UN SUICIDIO ANUNCIADO

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Dolor.

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Dolor eso era lo que sentías, pero un dolor más emocional que físico.

Entreabriste los ojos y fijaste la vista en el oscuro cielo cubierto de nubes, pronto llovería. Una ráfaga de viento recorrió tu cuerpo y te recordó dónde estabas.

Tirada en el sucio suelo de un oscuro callejón. Después de ver a Sasuke engañarte con Karin con tu propia hermana, que te embriagaras y te besaras con tu propio primo, Sasuke lo golpeará y te llamara zorra, saliste de ese bar en busca de un taxi para irte a tu casa pero jamás llegaste.

Fuiste atacada y violada en el callejón junto al bar. Te desgarraste pidiendo ayuda pero nadie te ayudo.

Ahora estabas sola y desnuda, tirada en ese sucio y abandonado callejón. Tu blusa estaba desgarrada a un lado de tu cuerpo, el jean roto por las rodillas y el abrigo rojo tirado a unos metros de ti.

Intestaste arrastrarte para tomar el abrigo y no pudiste evitar que un quejido de dolor escapara de tus labios. Te colocaste el roto jean sobre tus moreteadas piernas y el abrigo rojo cubriendo tu desnudez y cerraste los ojos con fuerza inundando tu cuerpo de valor para levantarte y salir de allí.

Tus pies descalzos temblaron con cada paso que diste para salir de la oscuridad del callejón abandonado, te cruzaste de brazos, abrazándote a ti misma y cubriéndote con el abrigo rojo. Agachaste la cabeza y sentiste las primeras gotas caer del cielo, la lluvia se intensificó a medida que avanzabas por las desoladas calles. No había nadie en el camino y los pocos coches que había, cruzaban a una gran velocidad o eras tú que ibas demasiado lento.

Agradeciste a tu madre que siempre dejaba una llave de emergencia en una maceta a la entrada, ya que tus llaves, el móvil, tus documentos, junto con tu bolso, se habían quedado en el coche de Sasuke.

Suspiraste agradecida al notar que aún era de madrugada y tus padres se encontraban durmiendo. Subiste las escaleras en silencio, evitando hacer algún ruido y entraste al baño, encendiste la luz y cerraste la puerta con llave. Te paraste frente al espejo de cuerpo entero que se encontraba colgado detrás de la puerta del baño y te fuiste quitando la ropa despacio.

Una vez desnuda, observaste tu magullado y destrozado cuerpo.

Tenías moretones en los brazos y en la parte interna de los muslos, tenías raspones en las rodillas, las manos y la espalda y recordaste como te embestía con fuerza, lastimándote contra el sucio suelo de ese callejón, tu pelo sucio y enredado, tus labios mordidos y un fuerte golpe en la mejilla que iba a ser muy difícil de cubrir con maquillaje.

Abriste la llave del agua y la templaste llenando la tina hasta el borde. Sabías que si te metías allí toda evidencia contra ese desgraciado se iría a la basura pero si ibas a la policía la situación empeoraría, tu no viste su rostro y sabes bien que más de la mitad de los casos de violación no se resuelven, solo lograrías humillarte más de lo que estabas.

Ahora, solo querías olvidar.

Temblaste cuando entraste en el agua tibia y te hundiste despacio en ella cerrando los ojos. El agua cubrió por completo tu cuerpo y aguantaste la respiración unos segundos. Pasaste tus manos en una lenta caricia por tu rostro, bajando por tu cuello hasta llegar a tu vientre, lo apretaste con fuerza como si eso fuera a calmar el dolor que sentías. Cerraste los ojos con fuerza y seguiste aguantando la respiración mientras pequeñas burbujas salían de tu boca por la pérdida de aire.

Crónicas de un suicidio anunciado. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora