Capítulo IV
Estar de pie en el medio del pasillo me trajo leves recuerdos, tenía esa sensación similar a cuando de pequeña intentaba ir a ver a mi madre y ella rechazaba todas mis audiencias o cuando mi padre regresaba de la guerra y simplemente me miraba con dureza para luego pasar de mi existencia. No lograba entender como esos sentimientos tan lejanos podían estar tan presentes aún en mi interior.
Fueron necesarias unas cuantas respiraciones profundas para que me sintiera lista para entrar al salón de invitados. La primera en recibirme al cruzar la puerta fue la abuela, con sus ojos fríos y severos. Su enojo fue bastante claro cuando su mano se aferró con fuerza a mi brazo y me arrastró a tirones hacia una parte desolada de la habitación.
—Compórtate. ―ordenó en voz baja.
Dejé ir un suspiro. —Necesitaba aire. —me justifiqué. —Me sentía algo mareada por el ambiente.
Mentí.
Antes de la llegada de los invitados, Audri me había colocado un conjuro de protección contra los encantos y energía sempiterna que además reforzó con tinta azul, mi abuela esto no lo sabía. Producto de mis mentiras su mirada se suavizó casi de inmediato. Parecía consternada.
—Quizás debimos traer a Audri a la reunión. —dijo.
Estaba acostumbrada a que la abuela hablara de él de esa forma condescendiente. Ella lo había comprado cuando era un pequeño niño y si bien no era un esclavo tampoco era familia, yo amaba a Audri y lo único que me salvaba era saber que seriamos iguales, era nuestra promesa. Aunque eso no cambiaba que los comentarios despectivos hacia él me molestaran.
—Nos miran. —advertí.
La abuela disimuló una ojeada completa al salón notando que razón no me faltaba. Mi intento de escape funcionó a la perfección. Ella soltó mi brazo dejándome con un leve dolor por sus tirones. Con una última mirada de advertencia comenzó a alejarse en dirección a mis tíos. Mi madre no estaba en la reunión y era casi seguro que estaría con uno de sus amantes.
Dejé ir otro suspiro, esa noche parecía tener muchos de ellos contenidos.
Busqué con la vista a Callahan pues quería saber si había regresado a salón. Lo encontré hablando con Azus y el varón de los mellizos Ivonka, parecía aburrido. Dediqué unos minutos a detallar su apariencia, llevaba una camisa gris tres cuartos algo desabotonada que dejaba ver la piel pálida de su pecho y el tatuaje de su antebrazo derecho. Nunca había reparado en ese tatuaje lo suficiente pero sabía que simulaba ser una serpiente devorando su carne‒Unai lo había mencionado en algún momento.
El corsé que se ceñía a su abdomen era igual de oscuro que sus pantalones bombachos, unos pantalones algo largos que no dejaban ver sus zapatos.
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DESCENSO (Balada de los Hijos de la Luna, Libro I)
FantasyEn un mundo donde los encantos se entrelazan con las traiciones y el deseo arde como un fuego inextinguible, se desenvuelve la saga de los Sempiternos: seres de una belleza sobrecogedora, condenados a una perdición inevitable. Rubí, nieta de la Mona...