Capítulo II
Era una noche fría donde a lo lejos se escuchaban los sonidos de los búhos y los gruñidos de las fieras. Las nubes tapaban cualquier rastro de estrellas y solo se podía intuir la existencia de la luna. Los sempiternos bailaban, reían, bebían. Se embriagaban hasta prácticamente no poder mantenerse en pie, y no solo por el alcohol y la comida encantada sino también por todos los conjuros que rondaban en el aire y manaban de ellos mismos. Esa noche muchos habían dado rienda suelta a sus encantos y deseos. El olor dulce del ambiente se adhería a mi cuerpo a pesar del poco tiempo que tenía estando dentro de aquel lugar de perdición llamado Lonedark, ya lograba sentir el efecto del aire que me rodeaba: Mi cuerpo deseaba bailar, mi garganta se sentía seca y mi lujuria estaba poco a poco aflorando.
Algunos se besaban frenéticamente mientras se desnudaban contra alguna pared. Otros se escondían en la oscuridad para gemir y sudar, y otros muchos ni siquiera intentaban esconderse para ello. Algunos estaban tirados sobre algún canapé, cubierto con acolchadas mantas dándose lentos y húmedos besos.
Junto a mi estaba Audri, quien a diferencia de mí, que no pensaba dejarme atrapar por la atmosfera, se hallaba ansioso por unirse a la multitud. Eso fue bastante claro cuando luego de mirar fijamente a una joven que pasó junto a nosotros tragó en seco y volvió su vista a mí con un brillo oscuro en los ojos.
—Adelante. Puedes irte. —le dije, rendida. Me parecía injusto que se aburriera por mi causa.
—Pero... ¿Y tú? —me escrutó con la mirada.
Fijé la vista en los alrededores para finalmente dejar ir un suspiro pesado, sabía que sería una noche cansada. Apenas era media madrugada.
—Vi a alguien que me interesa. —mentí. —Si pasa algo o cambió de opinión te avisaré de inmediato
Tomé el collar que siempre llevaba en el cuello para mostrárselo y que creyera en mis palabras. Y así fue. Poco a poco sus hombros se relajaron. A modo de confirmación sostuvo un collar similar al mío que siempre colgaba de su cuello, me dio una última mirada antes de asentir con la cabeza.
—No bebas nada de las mesas, sabes que no podrás parar si te unes a la multitud. —advirtió.
Volteé los ojos ante aquella insinuación. No era tan estúpida, incluso alguien tan poco mágico como yo podía advertir la gran cantidad de cosas que estaban rondando en esa fiesta ‒Y no me refería a la magia‒ Él parecía satisfecho de advertirme, finalmente me dio un casto beso en la frente a modo de despedida para luego retirarse.
No esperé ni tres segundos para respirar tranquila. Audri merecía más que nadie divertirse. Me alejé lo máximo posible de él. Tanto así que crucé por un pasillo repleto de personas hacía otra habitación. Me empezaba a sentí incómoda y la razón de ello era que escondida bajo la pomposa falda del vestido negro que llevaba tenia escondidos dos pequeños secretos. Uno era un revolver humano que estaba atado a la cara exterior de mi muslo derecho, en el izquierdo reposaba el otro secretito, una daga negra, conocida como Luar, estaba rozando mi cuerpo de una forma muy molesta provocándome un ligero ardor. Intuía que se había salido de la funda y me había cortado.
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DESCENSO (Balada de los Hijos de la Luna, Libro I)
FantasíaEn un mundo donde los encantos se entrelazan con las traiciones y el deseo arde como un fuego inextinguible, se desenvuelve la saga de los Sempiternos: seres de una belleza sobrecogedora, condenados a una perdición inevitable. Rubí, nieta de la Mona...