Capítulo XXX
Al final, un alma partida en dos debe unirse, aunque duela y desgaste, aunque mate.
Att, destino.
Si alguien me hubiera preguntado por lo más importante de mi vida, hubiera señalado a Audri, una y mil veces, a Audri. Explicar mi amor por él era imposible, faltaban palabras en mi lengua y lunas en mi vida. Por eso cuando la abuela y él regresaron de Shade, mi único deseo era atraparlo entre mis brazos y no dejarle ir, no soltarlo nunca.
Quedaban lunas para la reunión en VinaMore, la fortaleza de los Dune, y aún no tenía elegido el vestido un vestido digno para la ocasión. En mi guardarropa no abundaba el negro, de hecho, la realidad era que casi toda mi ropa la había mandado a fabricar la abuela desde que era pequeña, por ello casi todo estaba en la entera gama de azules, plateado o dorado. Esos colores representaban a mi familia, el azul era de los Belssing, el dorado y el plateado de la realeza.
Por culpa de los sucesos posteriores a su nombramiento, Audri no había podido ordenar la fabricación de su espada.
En Partenos, luego de que se les fuera otorgado el título a los caballeros Sacros, se debía tomar la Rosa de Sangre que Ahemed regalaba y llevarla con el antiguo herrero que vivía aislado en las montañas, y que debido a su conexión con la naturaleza podía manejar la energía que manaba de las rosas, las transformaba y convertía en armas.
Desde pequeños amábamos que Solt nos contara la historia de cómo su espada, Merier, fue creada. Por ello una de las cosas que más nos había hecho ilusión siempre fue el momento en que a él le tocara ordenar la suya. Siempre dijimos que lo haríamos juntos, y exactamente eso era lo que teníamos planeado en ese momento. Íbamos en un carruaje en dirección a las montañas en donde debía vivir ese famoso herrero.
―Quiero pasar por Aglee. ―le dije
―¿Cómo por qué?
Audri estaba desparramado sobre el asiento, con su cabeza en mi regazo mientras yo pasaba mi mano por su cabello recién cortado. Descansaba la vista y el cuerpo de todo el agotamiento de los últimos días.
―Necesito un vestido para la Reunión en VinaMore.
Abrió los ojos para observarme por unos segundos.
―Tienes como cien vestidos.
―No lo entenderías. ―negué con la cabeza.
―No, no lo hago porque mi Rubi no se preocupa por elegir vestidos. ―se tomó unos segundos para continuar. ―Estas cambiando.
Hice una mueca. No lo había pensado antes.
―¿Te desagrada?
―No. ―sentenció, volvió a cerrar los ojos. ―Solo me enoja quien provoca el cambio. No fuiste así cuando Ben.
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DESCENSO (Balada de los Hijos de la Luna, Libro I)
FantasiEn un mundo donde los encantos se entrelazan con las traiciones y el deseo arde como un fuego inextinguible, se desenvuelve la saga de los Sempiternos: seres de una belleza sobrecogedora, condenados a una perdición inevitable. Rubí, nieta de la Mona...