Capítulo XV
―¿Segura que estas bien? ―preguntó por tercera vez Audri.
Volteé los ojos, no podía culparlo por preocuparse pero ya estaba siendo impertinente.
―Sí, estoy bien ¿Para qué me preguntas si no vas a creer en lo que te diga?
Audri estaba dibujándome un tatuaje con tinta azul en el pecho, era para protegerme y darme facilidad para usar su magia a una distancia considerable por si de alguna forma lo necesitaba.
―Te pregunto porque deseo saber que está pasándote. ―musitó por lo bajito.
Pese a que lo escuché a la perfección preferí fingir que no lo había hecho. Mentirle a Audri no era algo que me gustara y para ese entonces ya lo había hecho bastante. Audri finalizo el tatuaje y le dio una última mirada, sus ojos se detuvieron en mis hombros donde por breves segundos se oscurecieron. Tenía las marcas de las garras de la abuela en ellos.
―Ya no duele. ―confesé.
Si bien deseaba que Audri no se preocupara por mí, también era cierto que años de entrenamientos con Solt y castigos de la abuela por mi indisciplina, me hicieron bastante resistente al dolor físico.
―¿Qué habrás hecho para enojarla de esa forma?
―Nada, eso es lo que me impresiona.
Audri rio pero no dijo nada. Pasaron los minutos que para mí fueron horas. La tinta no se estaba secando y el tiempo me parecía una eternidad. Hastiada, y deseosa de ponerme la armadura, le dije a Audri:
―Que tal si usas tus conjuros para secar esto. ―señalé con obviedad el tatuaje.
Audri me dio una mirada de cansancio, ninguno de los dos estaba teniendo un buen día. Cerró los ojos y comenzó a recitar un breve conjuro de aceleración. Fruto de ello en cuestión de segundos el tatuaje ya se había impregnado en mi piel, e incluso al pasarle la mano no se corría.
―Gracias. ―dije mientras me ponía de pie.
Tomé la camisa que estaba sobre la cama y comencé a ponérmela, la metí dentro de los pantalones bombacho que llevaba y me coloqué el collar que Audri y yo teníamos a juego. Era un collar de comunicación, así si había algún problema durante la cacería ambos podríamos comunicarnos fácilmente.
―¿Segura que quieres hacerlo sola? ―había un deje de esperanza en su voz.
―Si
―Como quieras.
Mi cuima salió enojado de la carpa, y antes de perderse por la puerta murmuró un "testaruda" que me hizo reír un poco. Ese era el motivo de su particular enojo. Yo había decidido alejarme del grupo principal de los Belssing y participar sola en la cacería. No solo por la apuesta con Callahan, sino también porque si me unía al grupo de Astrid, que sería la comandante de ese año, prácticamente tendría a tres personas cuidando cada uno de mis movimientos: Unai, Astrid y Audri. Y eso no era agradable.
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DESCENSO (Balada de los Hijos de la Luna, Libro I)
FantasyEn un mundo donde los encantos se entrelazan con las traiciones y el deseo arde como un fuego inextinguible, se desenvuelve la saga de los Sempiternos: seres de una belleza sobrecogedora, condenados a una perdición inevitable. Rubí, nieta de la Mona...