Capítulo 21

23 4 7
                                    

Capítulo XXI

Callahan se inclinó y me sostuvo el rostro

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Callahan se inclinó y me sostuvo el rostro.

―¿Qué te sucede? ―preguntó alarmado.

Cerré los ojos con fuerza.

«Audri»

Recordé que en ese momento debía encontrarse entrenando junto a Ulf.

―Estoy bien. ―dije después de unos segundos, levanté la vista. -De verdad. ―aseguré al ver sus ojos.

―Cuando éramos pequeños decías lo mismo. ―acarició mi mejilla. ―A veces sufrías fuertes dolores sin razón y siempre decías que estabas bien.

Asentí como una leve sonrisa. Cuando era pequeña no lo sabía porque aún no concia a Audri pero mi dolor se debía a que él sufría, incuso sin conocernos yo podía sentirlo.

―Es por mi cuima. ―confesé. ―Él la está pasando bastante mal y yo...

―¿Cuima? ―interrumpió mis palabras.

―Si. ―afirmé con una leve sonrisa que resultó ser una mueca. ―Audri es mi cuima, si él sufre yo sufro. Estamos unidos.

―No lo sabía. ―parecía perplejo con aquel hecho. ―No pensé que vuestra relación fuera tan estrecha. ―negó con la cabeza.― Da igual.

Callahan no podía saberlo todo pero de alguna forma él pensaba que sí.

―Somos un alivio para el otro, bueno, no literalmente. Yo soy el receptor. ―volteé los ojos.

―¿Explícate?

Callahan se irguió y me tendió su mano.

―Yo siento y apaciguó su dolor pero él no el mío. ―me puse de pie, aceptando su mano.

Su agarre se hizo más fuerte casi siendo doloroso, al ver sus ojos vi algo que me asustó.

―¿Cómo se detiene? ―preguntó con los dientes apretados. ―Tu dolor, digo.

―No hay forma de hacerlo. Y no le digas a nadie, son pocos los que saben, además, si la abuela se entera de que soy el receptor...

Callé por unos segundos.

―¿Qué haría?

―Honestamente no lo sé. Tal vez encerrar a Audri. Ese es el tipo de cosas que ella haría. ―me encogí de hombros como si no importara.

Me estaba alisando la camisa cuando Callahan dejó caer la pregunta más horrible que nunca le oiría decir:

―¿Si él muere tu dolor no se detendría?

Solo de escucharlo puedo sentir como cada parte de mi cuerpo comenzaba a arder, la furia rugía en mi estómago. Detuve mis manos y lentamente levanté la vista hacia él. Parpadeé, incrédula ¿Cómo se le pudo ocurrir semejante pregunta?

DESCENSO  (Balada de los Hijos de la Luna, Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora