Con todos dándose el «feliz año nuevo», el ambiente en la oficina no podía ser mejor al regreso de las fiestas. Todos se hablaban con todos y se daban abrazos entre todos. Incluso a mí se me acercó gente que nunca había visto. Sin embargo, en mi cabeza, se repetían una y otra vez los momentos con el licenciado al mando de la firma. Eso me traía elevada. Además, sabía que en cualquier momento lo vería, aunque debo confesar que, muy dentro de mí, guardaba la esperanza de seguir siendo invisible para él durante los cuatro meses que me restaban de prácticas, tal como lo había sido hasta ese momento después de dos meses ahí.
Cuando lo escuchaba dar instrucciones desde su oficina, o en la sala de juntas, les juro que me estremecía en mi puesto. Sentía que esas órdenes me las daba a mí. Me trasladaba inmediatamente a la 402 del Interamericano.
***
Pasaron varios días sosteniendo el anonimato del que había gozado hasta la fecha, pero en la mañana del jueves de esa semana, me enteré de una reunión que habría en la tarde para reconocer a los talentos que más rápido se habían adaptado a la dinámica de la compañía. En esa reunión, estaría él y su esposa, y otros directivos. Las piernas me temblaban. Mi jefe me había pedido una foto días atrás y ahora sabía para qué era. No sabía qué hacer.
La reunión llegó. Los departamentos empezaron a presentar a sus practicante y nuevas incorporaciones que habían tenido un buen desempeño. Todo iba bien hasta ese momento. Estábamos en el salón principal de la agencia, unas 250 personas en un mismo espacio. Yo me hice bien atrás, lejos de la zona donde su mirada podría alcanzarme.
El octavo y último departamento en presentar a sus reconocidos, fue Archivo. Y ahí salió mi foto. De hecho, mi jefe leyó mi nombre de primero, por ser la más nueva del área. Mi foto salió en la pantalla, pero, para mi buena suerte, en ese momento, el licenciado atendía su teléfono. Escuchó claramente el "Yulieth Paola Arreola Cantero", pero para él ese nombre no le era familiar. Nada que lo hiciese voltear. Era una colaboradora más. Mi anonimato seguía invicto, al menos eso creía yo.
Al final del espacio, Steven se levantó, dio unas palabras de agradecimiento, presentó algunas cifras positivas de la compañía del año inmediatamente anterior, los planes que se venían para este nuevo año y por último solicitó que le fuera enviado a su correo todas las presentaciones de reconocimiento. Ahí volví a tragar en seco. Ahí volví a temblar. Estaba cerca de descubrir que su "Daniela" trabaja en su agencia.
Y como para complicar más las cosas, entró un mensaje de Rubí cuando apenas iba saliendo de la reunión: "Hotel Interamericano, hab. 402, sábado, 8 p.m. con Robert. Te espero en el Spa al salir de tu trabajo; necesitas estar al 100 para él".
***
Una de las reglas claves de mi trabajo, era que nuestros clientes no debían tener acceso a nuestra vida personal, ni nosotros a la suya. Las identidades, aparentemente, eran secretas y nunca podíamos quedar sin el consentimiento de Rubí, y, aunque, claramente, yo no estaba incumpliendo la regla, estábamos jugando a las escondidas con la verdad.
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Dama De Compañía
RomanceYulieth, de 19 años, estudiante en prácticas de su carrera como Asistente Administrativa, en su oficio extracurricular como dama de compañía, se enfrenta a una situación con la que jamás pensó lidiar, pero que, además, le despierta deseo que con los...