La suerte me falló

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—No todos los días te hacen un regalo como este. Recíbelo —me dijo Rubí mientras me entregaba el regalo que me había dejado el licenciado Steven. Me negaba a recibirlo; un reloj Michael Kors, análogo, en oro blanco. Divino. Lo acepté y lo guardé en mi bolsa. Iba tarde para mi trabajo.

—Me tengo que ir —dije.

—Esa es mi pendeja —respondió Rubí.

***

Cuando llegué al edificio, me fui al baño para detallar el reloj. Era precioso y elegante, muy como él, a decir verdad. Y me llamó la atención que estaba cortado justo a mi medida. Me lo puse enseguida; no traía reloj.

Registré mi ingreso en el checador y subí al décimo piso, donde quedaban las oficinas. No había llegado tan tarde como pensaba, pero ese día, la suerte me falló.

Entrando a la oficina, me encontré al licenciado y a su esposa de frente, en la recepción de las oficinas. Él y ella me miraron sorprendidos y se miraron entre sí. ¡Maldita sea! Solo di para decir buenos días y me fui corriendo al baño de la oficina. No quise salir de ahí en mucho tiempo. Pensaba mil cosas. Dos de mis compañeras se acercaron a preguntarme si me sentía bien, incluso Carlos, mi jefe, se acercó a preguntarme desde afuera del baño, si yo estaba bien. Abrí la puerta. Cuando entraron me vieron pálida, sudando frío y con el corazón desbocado. Tuve que decirles que me habían dado una mala noticia de casa. Nadie preguntó. Carlos solo me pidió irme a casa a resolver mi asunto y que volviera al día siguiente si ya estaba bien, o le avisara si necesitaría más tiempo. Aunque era obvio que esto podía suceder, no me lo esperaba así.

Dama De CompañíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora