Prohibido rendirse

100 5 0
                                    

Al día siguiente llegué a la oficina. Todos me miraban raro. Justo cuando ya casi acaban mis prácticas, empecé a ausentarme. Cuando llegué a mi puesto y encendí mi computadora, Carlos se me acercó.

—¡Felicitaciones por lo de tu beca en el extranjero, Yulieth! —me dijo.

¿Beca? ¡Dios! Eso era obra de Steven. Ya había hablado con mi jefe para decirle que me iba y dio la excusa de una beca en el extranjero.

—Gracias —respondí.

—Mira: este es tu certificado de prácticas. Lo ocupas para graduarte —dijo mientras me entregaba un documento. Y pues sí, habiendo pasado más de 4 meses de prácticas, ya podía finalizarlas en cualquier momento. No leí el documento, lo puse en mi escritorio y me fui derecho a la oficina de Steven. La puerta estaba abierta.

—Hola, Yulieth —me dijo Analía al verme, desde el escritorio de Steven.

—¿Y Steven? —pregunté.

—Decidió no venir. No se sentía bien. Es normal después de lo de ayer.

—Entiendo —comenté en voz baja.

—Pero no te apures, siéntate. Tengo algunas cosas que entregarte y otras que decirte—dijo Analía. Yo me senté—. Steven me ha contado todo y, ¿sabes?, te has ganado mi admiración total. Entiendo lo que hiciste. Pusiste ante todo el amor propio, tu sentir, y eso no es negociable. Admiro la valentía que has tomado para separarte de alguien a quien quieres y te gusta, por priorizarte. Eso es fabuloso, pequeña —comentó. Ahí, se me salió una lágrima y un nudo en la garganta me impedía respirar con normalidad. Ella siguió —: Steven no durmió nada ayer haciendo todas tus vueltas de universidad. Pagó tu carrera por adelantado, y dejó establecido tus pagos de sostenimiento en esta cuenta—. Ahí me entregó un grupo de papeles donde podía notar una cuenta de ahorros en Francia, mi matrícula y otras cosas de la universidad. Ahí, ya estaba hecha un mar de lágrimas.

—No sé qué decir, Analía —dije llorando.

—No tienes que decir nada, Yulieth —comentó y siguió dándome instrucciones—. Tienes un Airbnb pago el primer año. No pudimos contratarlo por más, pero no te preocupes, después lo miraremos. La idea es que puedas buscar un trabajo y con la ayuda de lo que te enviaremos mensual, puedas vivir cómodamente y concentrarte en estudiar. Quiero que sostengas esta determinación con la que has tomado esa decisión. Está prohibido rendirse, pequeña. Y aquí nos vas a tener para lo que necesites, pero no aceptaremos que vuelvas hasta que termines tu carrera y seas la diseñadora de modas que sueñas —hizo una pausa, respiró profundo y me entregó un sobre—. Él no se siente con el valor de verte y despedirse de ti, pero te ha dejado esta carta. Léela con calma, cuando llegues a tu casa. No es necesario ahora. Solo me resta decirte adiós y de verdad, ¡Gracias por hacernos sentir vivos!

Dama De CompañíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora