Eso me puso a reflexionar, de verdad. Yo no quería ser un juguete más de ambos, de ninguna manera. Y aunque esto me encantaba. Bueno, Steven me encantaba, no era lo que quería para mí. Sentía que yo valía más que ser la entretención de un tipo que era leal a su mujer. De hecho, prefería seguir siendo una dama de compañía en la que no involucraría sentimientos. Eso sí, admito que esa lealtad de Steven, me fascinaba, pero la quería para mí, solo para mí. Yo no tenía ese pensamiento liberal de acceder a compartir a alguien de quien me estaba enamorando locamente.
Mis ojos se aguaron producto de la batalla interna que tenía en ese momento. Él lo notó enseguida.
—¿Por qué lloras? —preguntó. Yo negué con la cabeza —. No estés triste. Yo haría todo lo que fuera necesario para verte feliz, para verte sonreír.
—¿En serio? —pregunté con la voz entrecortada.
—Sí.
—¿Incluso si eso te aleja de mí? —pregunté una vez más.
—Si eso te hiciera feliz y te ayudara a sonreír, sí.
—Entonces tengo una petición especial que hacerte —solté sin pensar mucho.
—¿Qué cosa es?
—Déjame ir y no me detengas, porque entonces querré quedarme. No quiero seguir siendo un juguete de ustedes dos.
—Ya veo... —dijo en voz baja.
—Pero esa no es la petición especial —hice una pausa—: quiero que me ayudes a pagar mi carrera de diseño de modas en París. Ese siempre ha sido mi sueño y quiero realizarlo.
Él se quedó en silencio. Él no se esperaba eso y por primera vez lo vi derramar una lágrima. Eso me partió el corazón en mil pedazos. Aunque yo lo adoraba, mi amor propio me impedía continuar con esto, y menos, sabiendo la forma en la que ambos ven las cosas. Yo no tenía ninguna chance ahí, y siempre sería, solamente, alguien con quien Steven conectó, y ya.
—No tengo rollo con eso. Mañana lo vemos en la oficina. Ve a trabajar y en un espacio buscamos universidades, agilizamos trámites, establecemos algún pago mensual para ti para que puedas sostenerte allá y pagamos todo por adelantado en la universidad para que no vayas a tener ningún problema —contestó con la voz entrecortada—. ¿Pero quieres que te deje ir en serio?
—Sí, Steven. Yo no quiero continuar con esto. Tú me encantas, me enloqueces, pero realmente no tiene sentido que me quede. Yo me estoy enamorando de ti y, honestamente, no voy a estar toda la vida en esta situación. Tú tienes tu vida y yo estoy joven, necesito hacer la mía.
—Pero esto entre nosotros apenas está empezando, y recuerda que te dije que solo tenemos el aquí y el ahora —dijo.
—Pues no me gusta el aquí y el ahora que me ofreces en lo sentimental. ¿Qué vas a hacer si me termino enamorando locamente de ti? ¿Vas a dejar a Analía? No, ¿cierto? Prefiero detener esto a tiempo.
Ahí se hizo un silencio, silencio que él mismo interrumpió:
—No puedo ser egoísta. Sé que tienes razón —contestó.
—¿Podrás apoyarme con lo de mis estudios?
—Sí. Cuenta con eso. Y con respecto a nosotros, si es lo que quieres, así será, pero antes dame un abrazo.
Mi mente regresó al momento en que leímos el resultado de la prueba de paternidad. Me pidió lo miso. Me giré hacia él y lo abracé. Lo abracé como se abraza a alguien que sabes que no tendrás así más nunca. Así. Se separó un poco de mí, me besó en la frente y volvió a caer acostado mirando al techo.
—¡Gracias! —me dijo, con dos lágrimas en sus mejillas.
—Me voy, Steven —dije después de ver eso. Él no dijo más nada, se quedó en silencio ahí acostado. Tomé mi ropa, me cambié con prisa mientras él seguía en la cama, llorando en silencio, y salí de la habitación por la puerta que daba al pasillo.
Cuando llegué al vestíbulo, saqué mi celular para pedir un taxi en alguna de las aplicaciones de transporte, cuando me abordó Ernesto.
—Señorita, yo la llevo. El señor Steven me acaba de dar esa orden.
Yo acepté.
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Dama De Compañía
Roman d'amourYulieth, de 19 años, estudiante en prácticas de su carrera como Asistente Administrativa, en su oficio extracurricular como dama de compañía, se enfrenta a una situación con la que jamás pensó lidiar, pero que, además, le despierta deseo que con los...