Capítulo 10: En la lluvia

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Eran las 7 de la mañana cuando escuché que tocaban la puerta; cuando no abrió nadie me levante a abrir la puerta casi tropezando con las escaleras. Abrí la puerta sin fijarme quien era y escucho a An.

—Aruna, ¿puedo hablar contigo?— Se veía agitado, pareciera que vino corriendo.

—An, ¿sabes qué hora es? ¿Si no es muy urgente, podemos hablar más tarde?— No podía ni abrir los ojos.

—Si está bien, podemos hablar luego—

Cuando me despedí y cerré la puerta solo por curiosidad me asomé por la ventana y vi a An sentado en las escaleras del pórtico, en ese momento se me hizo tan absurdo, que mejor le dije que pasara.

—¿Qué haces ahí afuera?— Interrogue al verlo sentado con sus manos en sus rodillas. —Mejor entra antes de que te congeles.

Entramos a la casa y lo invité a la sala para empezar a cuestionar su visita tan temprano: ¿Entonces que te trae por aquí?.

—¿Te acuerdas que quería hablar con Maya?— Asentí para que An pudiera continuar. —Ya hablé con ella y al parecer ya se resolvió todo y supe lo que realmente pasó entre tu y Maya. Por esa razón, vine a disculparme contigo por lo de la última vez que nos vimos.

An se quedó en silencio por unos segundos, me miraba de manera atenta esperando una respuesta.

—No te perdono— Articule secamente.

—Aruna..— Soltó de forma casi inaudible. Estaba por hablar otra vez cuando me empecé a reír a carcajadas.

—Lo siento, pero enserio me encanta molestarte— Le dije tratando de controlar mi risa, sacudí su cabello despeinado. —No te tienes que disculpar, fue solo un malentendido.

Sonreí de lado y él respondió a mi gesto. Nos quedamos viéndonos a los ojos por unos segundos antes de que An volviera a hablar.

—¿Entonces estamos bien?— Me preguntó tímidamente esperando una respuesta.

—Claro que sí— Respondí de forma relajada mientras me recargaba en el sillón. An también se recargó y nos empezamos a reír. En eso mi abuela apareció sorprendiéndonos a ambos.

Mi abuela nos hizo de desayunar y decidimos ir juntos al arcade como habíamos prometido ese día en la neveria. Me subí a arreglar, ya que seguía en pijama, y en cuanto subí y cerré la puerta me recargué sobre esta notando mis fuertes latidos.

"¿Desde cuándo empezó a latir así?"

"¿Lo había sentido antes?"

"¿Me.. gustaba... An?"

Un montón de preguntas invadieron mi cabeza. Decidí no hacerle caso y continuar cambiandome. Estaba por terminar cuando tocaron a la puerta. Creí que era mi abuela pero resultó ser An.

—Aruna, soy yo, An. ¿Te falta mucho?— Como solo me faltaba el suéter lo dejé pasar.

Al entrar empezó a escanear todo el cuarto como si nunca hubiera entrado a una habitación, termine de cambiarme y al voltear vi a An enfocado en un objeto; estaba viendo un juguete de un amigo que conocí cuando era pequeña y nunca lo volví a ver. 

—¿Es tuyo?— Me preguntó An con nostalgia. —De pequeño tenía un robot parecido pero lo perdí.

—Era de un amigo que tenía de pequeña cuando venía de vacaciones— Agarre una pequeña bolsa para guardar mi monedero y salimos del cuarto.

Mi abuelo nos dijo que tuviéramos cuidado y nos fuimos por el parque. Estaba soleado y esperamos a que se hiciera la hora para que abriera el arcade, nos fuimos acercando a la plaza para comprar nieve; se sentía raro que nosotros, que trabajamos en una heladería, compraramos nieves en otro lugar.

Como en el arcade no se permite entrar con comida nos tuvimos que esperar y en cuanto lo hicimos corrimos al lugar jugando que el que llegara último le tocaba comprar las fichas.

—No se vale, corriste antes— Dijo An con la voz entrecortada.

—No me eches la culpa por tu falta de condición, corres muy lento— Me burlé con la respiración agitada. 

An me alegó que su condición física era muy buena pero solo lo ignoré yendo al lugar donde se compraban las fichas. An, con un mohín en la cara, compró las fichas para empezar a jugar.

La vez pasada no pude ver bien todos los juegos y me emocioné tanto al ver mi juego favorito, creí que solo estaba en Los Angeles; pusimos una ficha y el juego empezó.

Estuvimos alrededor de 2 horas jugando, cuando se terminaron las fichas fuimos a un lugar de comida rápida para comer algo antes de regresar a nuestra respectiva casa. Estábamos platicando de camino a la salida cuando escuchamos un ruido estruendoso, al acercarnos a la puerta nos sorprendimos al ver que había empezado a llover fuertemente.

Nos miramos fijamente esperando que el otro tuviera algún paraguas pero no era así; entonces veo como An se sacaba su chaqueta y la empieza a poner sobre nuestras cabezas, ya sabia cual era su intención pero aun asi nos ibamos a mojar asi que lo agarre de la mano y lo jale para salir corriendo.

–¡¿Aruna, que haces?!– Me gritó An sorprendido, yo solo reía y disfrutaba de la lluvia.

Cuando íbamos saliendo del estacionamiento tropiezo con el agua y por no soltarlo terminamos cayendo los dos, quedando el encima mio, estabamos ya empapados cuando volteo a ver a An con la respiración agitada y el pelo mojado, en ese momento mi corazón empezó a latir tan fuerte que tenía miedo que An lo sintiera, entonces rápido lo quite de encima mio y me levanté.

—¿No me vas a ayudar?— Me dijo en tono burlesco, entonces le tendí la mano, pero en cuanto la agarré me jala y vuelvo a caer pero esta vez encima de él. —¿Sabes que tu también me pones nervioso?— Me lo dijo con una sonrisa que nunca había visto.
En ese instante no sabia que hacer ni que decir mi corazón estaba a mil y estaba tan sonrojada que lo podía sentir. Los dos nos paramos y no volvimos a decir nada en todo el rato, a mitad del camino dejó de llover y teníamos que secarnos.

—Oye,¿Quieres llegar a mi casa para secarnos? Está cerca— Yo ya me estaba muriendo de frío así que acepté.

Pasamos por un puente donde se podía ver una pequeña laguna y flores, ese instante se sentía tan hermoso, el olor de la tierra mojada, la humedad por la lluvia, es una de las mejores sensaciones que puedo sentir cuando llueve, tardamos cinco minutos en llegar a la casa de An, era una casa bastante grande con un diseño antiguo pero linda; cuando llegamos no había nadie. An entró a su cuarto para darme un cambio de ropa y me vestí en el baño.

—Te queda bastante bien mi ropa— No me quitaba los ojos encima.

—Al menos me queda mejor que a ti la de mi abuelo— Y los dos nos reímos al recordar ese día.

—¿Aruna ya que estas aqui no te quieres quedar a comer? Theodore y mis papás se fueron y por eso nos dieron el día libre y no quiero estar solo el resto del día, si quieres después podemos ver una película—

La idea me sonaba tentadora pero si estaba un minuto más con An sentía que no soportaría más, así que solo le acepté la comida, pues no comimos nada en la plaza más que un hot dog cada uno y ya eran las tres de la tarde. Solo comimos nuggets de pollo congelado ya que An no sabe cocinar y es un picky con la comida, pero lo disfruté mucho.

—An creo que ya es hora de irme, debo ir con mis abuelos—

—Esta bien, nos vemos mañana—

Llegue a casa a bañarme y después a leer un poco para descansar y pensar un poco en lo que había pasado hoy.

Vacaciones de otoño Donde viven las historias. Descúbrelo ahora