Capítulo 4

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Era la primera vez que Lilah salía de la habitación del rey, como ella esperaba era un lugar completamente lujoso y enorme. La arquitectura tenía un estilo antiguo, los techos altos, pinturas costosas por todo el lugar, diferentes flores adornando los alrededores; rosas, tulipanes, lavanda, lilas, aunque en su mayoría eran peonias, sin duda eran estas las favoritas. Había varios candelabros colgados al techo con hermosos cristales, se sentía como el castillo en la película La bella y la bestia. En la entrada la escalera era enorme, con una alfombra roja. Había muchas habitaciones, lo que provocaba que fuese fácil perderse. Por una puerta que se encontraba entre abierta se podía ver el lugar más mágico de todos, sin duda alguna la biblioteca real, era de dos pisos, el techo estaba dibujado como una simulación del cielo en la noche, con nubes y estrellas. A su vez la decoración era siguiendo esa temática, una luna pintada en la pared, brillaba divinamente mientras era rodeada de libros. Luces de diferentes tamaños simulado cristales mágicos y estrellas, parecía todo sacado de un cuento de hadas. Lilah se había quedado anonadada mirando el lugar.

- ¿Quieres entrar? -pregunta el rey-

- ¿Puedo? -pregunta con su característica timidez

- ¿Te hubiese preguntado de no poder? -la toma del brazo y la lleva dentro-

- Es hermoso -no paraba de observar cada pequeño detalle-

- ¡Claro! Es el lugar favorito de mi madre, mi padre lo arregló según sus gustos, aquí pasaba la mayor parte del tiempo, mientras él estaba ocupado.

Después de estar diez minutos allí, le indica de ir al comedor para desayunar.

Por su camino se encontraba a varios mayordomos o empleadas del lugar que se le quedaban mirando, no era algo común que el rey tuviese una chica tan cerca. Eso solo la ponía nerviosa, haciéndola caminar más despacio. Él la vuelve a tomar de la mano, esta vez para ayudarla avanzar, aparte de que sabía de su incomodidad.

¡Al fin llegamos! fue lo que pensó la prometida del rey cuando llegó al comedor, había caminado bastante para llegar allí. Su casa la podía recorrer en menos de tres minutos.

- Recuerda lo que acordamos -dice en un tono amenazante-

- Si -temblaba un poco, puede ser del nerviosismo o por la presencia tan cercana de él-

- Por favor Emilio, prepara el desayuno para nosotros

- Enseguida su majestad -Emilio se aleja un poco, pero sin antes mirar a la muchacha que temblaba cerca del rey-

Comienzan a preparar la enorme mesa con diferentes platos, había jugo, café y leche. Panes, dulces y algunos platos con huevos, frutas. Lilah solo podía abrir los ojos. Sin duda nunca paso por su mente encontrarse en tal situación.

Estaban sirviendo el jugo al rey cuando él la llama.

- Cariño deja de mirar los platos y come, o sino mírame a mí, seguro que estoy más apetecible que estos.

Esas palabras no solo la tomaron por sorpresa, sino también al pobre Emilio que se había quedado boquiabierto ante la escena, tanto que desbordó el vaso de jugo de naranja, haciendo que corriera hasta los pantalones del rey.

- Disculpe su majestad, he cometido un error -pedía disculpas mientras trataba de secar el desastre con un paño.

- Tranquilo, iré a cambiarme, cuida a mi hermosa prometida en mi ausencia. -le sonríe a su mayordomo, hasta que se voltea para irse y dejar de sonreír-

- Disculpe señorita, me tomo por sorpresa la situación, es la primera vez que el rey presenta una relación y dice que es su prometida. Lamento haberla asustado, me puede decir su nombre.

Vendida a mi YuanfenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora