El Inicio De La Revolución

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Luzu tenía la esperanza de que el y Quackity arreglaran las cosas, quería que todo fuera como antes, incluso tenía pensado ofrecerle a él menor el puesto de primera dama, tenía un montón de planes, lastima que no se cumplirían.

Ya estaban dentro de la casa del menor, aquella pirámide donde alguna vez se dijeron te amo, aquella en donde se dieron muchos beso para demostrar su amor y la que había conseguido su amado con mucho esfuerzo.

-Vegetta me dijo que lo visitaste-

-¿te dijo para que? - para ser sincero el menor no tenía miedo de que el otro se enterara lo que hacia con su hijo, el era el que lo llevaba dentro, el que soportaba los dolores del embarazo y por ende el que tomaba las decisiones.

-Si, por eso te quería ofrecer mi ayuda. - sabía que Quackity podría perder a su hijo si no recibia la ayuda adecuada, lo necesitaba a él para llevar a termino su embarazo se lo había dicho Vegetta cuando lo llamo diciendo que Quackity lo había visitado.

-No entiendo a que te refieres, no necesito tu ayuda, nunca la necesite, ¿por que la necesitaría ahora?. - los brazos del azabache ahora estaban cruzados mientras decía eso.

Todo se quedo en silencio, pareciera como si todos ese día se quedarán sin palabras. No sabía que responder o más bien no quería responder el mayor.

-Nuestro hijo no va sobrevivir si no recibes la ayuda necesaria y adecuada, y lo sabes mejor que yo- dijo el castaño en un ataque desesperado por que el menor aceptara su ayuda.

-y por eso ya tengo a alguien que me ayude, alguien que velará por el bien mio y de mi hijo. - todo esto era dicho por el azabache.

-¡¡Nuestro quedras decir!! - esa no era una pregunta era una afirmación.

-No Luzu, te equivocas es mi hijo, así que si no tienes nada más que decir te pido que te retires por que estoy muy cansado. - sin duda se podía oír el enojo del embarazado con cada palabra que decía.

-De hecho tengo algo que decir, o mas bien ofrecerte. -

-Dilo pues, pero rápido- cada palabra que salia de su boca demostraba más en aumento su enojo.

-Quiero que seas mi primera dama, osea que quiero que te cases conmigo- qué descarado era el de ojos carmesí para decir eso.

Solo se pudo escuchar una risa proveniente del más chico de los dos.

-Es una propuesta que solucionaría nuestros problemas, tu tendrías una parte del poder qué querías de la alcaldía y yo te protejeria de lo duro que es ese cargo de poder- sin duda era un descarado de muerda, ¿como le podía decir eso a quien traicionó?.

-Y de que vas a querer tu nieve mi rey- dijo mientras otra risa salía de sus labios.

-Velo por otro lado, también el bebé nacería sin complicaciones y tendría una vida llena de lujos-

Sin duda Quackity no se lo podía creer, ese era el Luzu qué siempre ponía su felicidad por encima de la de el mismo. Ni si quiera lo reconocía.

-lo siento, pero tengo otros planes-

-¿Qué quieres decir? - la duda era grande en el, ¿a que se refería?, ¿otros planes?, estaba más que confundido.

-no puedo ocupar el puesto de primera dama, sería un error convertirme en lo que quiero destruir, ¿no?-

El rostro del Luzu mostraba más que confusión. Quizo hablar pero fue interrumpido antes de que dijera algo.

-lo siento, pero como líder de la revolución no puedo ser su primera dama, no puedo casarme con mi enemigo, ¿verdad?.-

espera, ¿Quackity acaba de decir revolución?,

-No puedes crear una revolución- eso era una orden, no iba a permitir que su Quacks armará un escándalo solo por su estúpido capricho.

-¿Quien dice que no?, el alcalde. - respondio con burla el menor.

Y ahí fue donde todo el problema aumento, iniciando así la REVOLUCIÓN DE KARMALAND.

el hijo de el revolucionario y el alcaldeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora