Luego de aquel triste momento, el chino limpió sus lágrimas con disimulo para que sus cachorritos no noten su reciente llanto. Besó sus frentes y los volvió a abrazar.
— lo único que quiero es que ustedes sean felices, sea acá o en China — aclaró su garganta para no volver a quebrarse — los amo mucho y nunca dejaré de amarlos, mis pequeños.
Fingió otra vez una sonrisa, pero si era por sus niños estaba bien.
— ¿podemos ir a por helado? — preguntó Yujin.
— me parece bien.
— yo no quiero ir — dijo Ollie, descolocando a su padre.
— ¿pasa algo? A ti te encanta el helado ¿te sientes mal? Dímelo, por favor — habló preocupado, desde la mañana notó al menor diferente y que ahora rechace un helado lo hacía preocuparse aún más.
— estoy bien, papi — musitó sintiendo a su padre tocar su cara buscando algún indicio de fiebre — solo no quiero salir.
Cada palabra que soltaba el menor solo lo hacía preocuparse más ¿dónde estaba su chiquito alegre que le gustaba salir?
— podemos traerte helado — habló Yujin. Hao miró a Ollie que parecía de acuerdo con la idea de su hermano.
Suspiró — está bien, venimos en un momento... si por alguna razón te arrepientes y quieres venir con nosotros, dile a papá Hanbin para que te lleve. — besó la mejilla de su mellizo mayor y salió junto a Yujin.
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— ¡Gyuvin! — sonrió Yujin al encontrarse a su amigo, el cual al verlo apretó sus mejillas y repartió besos en su rostro.
— ¿Zhang Hao? — volteó al oír su nombre, encontrándose con Taerae y Haruto.
Se sintió incómodo, había recordado cómo ignoró a su amigo luego de aquel día.
— hola, cuánto tiempo — sonrió leve y se acercó a la mesa donde se encontraban estos — ¿puedo... sentarme?
— por supuesto, ven — el japonés palmeó el asiento de su costado — pensé que te había tragado la tierra.
Rio incómodo y se sentó — a-algo así — observó a Yujin correr al área de juegos con su amigo y otro pequeño que no conocía.
El ambiente se volvió incómodo para los tres omegas, Taerae aclaró su garganta para romper la tensión.
— y bien, Zhang Hao ¿cómo te va?
Para la mierda.
— b-bien ¿a ustedes? — miró a Haruto que no lo observaba.
— bien ¿recuerdas a Zihao? — asintió — me casé con él, te envié la invitación para la boda pero... no asististe.
Se maldijo mentalmente, seguro aquello había sucedido cuando ya no estaba en Corea.
